IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, C
Jr 1, 4-5. 17-19; Sal 70; 1 Co 12, 31; 13, 1-13; Lc 4, 21-30
Comenzó, pues, a decirles: "Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido
hoy." Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de
gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es éste el hijo de José?" Él les dijo:
"Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que
hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria." Y
añadió: "En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria." "Os
digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró
el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a
ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a «una mujer viuda de Sarepta de Sidón».
Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos
fue purificado sino Naamán, el sirio." Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga
se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a
una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para
despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.
El mensaje y catequesis de la Palabra de Dios de este domingo puede considerarse
como conclusión lógica de las enseñanzas de los domingos pasados: las bodas de
Caná y, del tercer domingo donde San Lucas nos decía que Cristo con su venida,
inicia el tiempo de las realidades cumplidas: «...Hoy se cumple este pasaje de la
escritura que acabáis de escuchar...». Al respecto nos dice el Papa Benedicto XVI:
ᆱ…Jesús, por cierto, terminada la lectura, en un silencio lleno de atención, dijo:
"Esta Escritura que acaban de oír, se ha cumplido hoy" (Lc. 4,21). San Cirilo de
Alejandría dice que el "hoy", que se encuentra entre la primera y la última venida
de Cristo, está relacionado con la capacidad del creyente para escuchar y
arrepentirse (cf. PG 69, 1241). Pero, en el sentido aún más radical, el mismo Jesús
es "el hoy" de la salvación en la historia, porque lleva a cumplimiento la plenitud de
la redención…ᄏ (Benedicto XVI, Ángelus, 27 de enero de 2013).
Este domingo las lecturas nos presentan nuevamente el profetismo, la promesa de
salvación que desde antiguo Dios hace con nosotros. La primera lectura por ello,
nos manifiesta como la misión de anunciar no es sencilla, al contrario, genera
temor e incertidumbre en quienes son llamados a hablar en nombre de Dios. Esto
principalmente porque aquello que dirá el profeta es una denuncia de la maldad en
la cual vivimos muchas veces sin darnos cuenta, estamos acostumbrados a ella, y
pensamos que es lo normal. Pero, la voz del profeta surge para cambiar nuestra
visión, para que a través de su denuncia miremos realmente la realidad de lo que
hacemos. Esta circunstancia es dura, pero el profeta tiene la garantía del amor de
Dios, la garantía de que Dios lo defenderá y pondrá en sus labios las palabras
necesarias. Esto también es un claro signo de que es Dios quien lleva la historia,
porque la palabra señala que Él ya todo lo tiene pensado, aún antes de habernos
concedido la vida.
El profeta es blanco de críticas desde dentro y desde fuera. San Pablo sufrió la
persecución tanto de parte de los paganos, como de parte de los «falsos
hermanos». Jesucristo también fue rechazado por sus propios compatriotas: «...Se
pusieron furiosos..., y levantándose lo empujaron fuera del pueblo hasta un
barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo...».
La gente que vivía en la ley, no podía aceptar que uno que no tenía la apariencia
que ellos exigían pudiera ser el Mesías, por ello sus comentarios: «...¿No es éste el
hijo de José?...». Esta incredulidad y dureza del corazón no les permitió reconocer
al Hijo de Dios.
El acontecimiento que nos es recordado aquí es fundamental en la historia de la
Iglesia, y nos lleva a reflexionar sobre la misión de la Iglesia. La Iglesia no puede
recluirse entre los límites del pueblo judío que, por otra parte, no presta oídos; el
profeta es enviado al mundo, y con estas lecturas precisamente se os hace ver que
la Iglesia es universal y que la misión es acoger a todos los hombres sin hacer
acepción de ninguna naturaleza. Así nos dice San Ambrosio: «El Señor, pues (que
había enseñado a los apóstoles con su ejemplo cómo debe tratarse a los demás), ni
rechaza a los que quieren estar con Él, ni obliga a los que no quieren; ni hace
oposición a los que le arrojan, ni desoye a los que le piden. Y no es pequeña la
envidia que se levanta, cuando olvidándose todos de la caridad del Salvador,
convierten los motivos de gratitud en odios acerbos».
Las palabras del evangelio tienen hoy mismo una importancia grande, que nunca se
subrayará demasiado. La Iglesia está llamada a acoger a todos, no sujetar el
mensaje universal a grupos restringidos, sino anunciar por todas partes la palabra
de la Buena Noticia. Esto es lo que quiere recordarnos hoy el Señor. Si nos
cerramos a esta perspectiva, no parecería que hubiera una salvación.
Al respecto nos dice el Papa Benedicto XVI: ᆱ…La evangelización parte siempre del
encuentro con Cristo, el Señor. Quien se ha acercado a él y ha hecho la experiencia
de su amor, quiere compartir en seguida la belleza de este encuentro que nace de
esta amistad. Cuanto más conocemos a Cristo, más deseamos anunciarlo. Cuanto
más hablamos con él, más deseamos hablar de él. Cuanto más nos hemos dejado
conquistar, más deseamos llevar a otros hacia él….ᄏ (Benedicto XVI, Mensaje para
la Jornada Mundial de la Juventud 2013: La Iglesia confía en los jóvenes, testigos
del amor de Dios). Así el evangelio habla de la salvación universal, para todo
hombre que acoge a Cristo como su Señor.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar