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Día litúrgico: Domingo IV (C) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio ( Lc 4,21-30): En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en la
sinagoga: ᆱEsta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoyᄏ (…). Y decían:
«¿No es éste el hijo de José?». Él les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán:
‘Médico, cúrate a ti mismo’. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en
Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria». Y añadió: «En verdad os digo que
ningún profeta es bien recibido en su patria (…)ᄏ. Oyendo estas cosas, todos los de
la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad (…).
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto
XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
El hombre Jesús de Nazaret es la "transparencia" de Dios
Hoy, al estupor de sus conciudadanos, que se escandalizan, corresponde el
asombro de Jesús. Aunque sabe que ningún profeta es bien recibido en su patria,
sin embargo la cerrazón de corazón de su gente le resulta oscura, impenetrable:
¿Por qué no se abren a la bondad de Dios, que quiso compartir nuestra
humanidad?
El hombre Jesús de Nazaret es la "transparencia" de Dios; en Él Dios habita
plenamente. Y mientras nosotros siempre buscamos otros signos, otros prodigios,
no nos damos cuenta de que el verdadero Signo es Él, Dios hecho carne: todo el
amor de Dios contenido en un corazón humano.
—Quien entendió verdaderamente esta realidad es la Virgen María, bienaventurada
porque creyó. María no se escandalizó de su Hijo: su asombro por Él está lleno de
fe, lleno de amor y de alegría, al verlo tan humano y a la vez tan divino. Así pues,
aprendamos de ella, nuestra Madre en la fe, a reconocer en la humanidad de Cristo
la revelación perfecta de Dios.
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