EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Cuarto Domingo del tiempo ordinario
Libro de Jeremías 1,4-5.17-19.
La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:
"Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del
seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones".
En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene. No te
dejes intimidar por ellos, no sea que te intimide yo delante de ellos.
Mira que hoy hago de ti una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de
bronce, frente a todo el país: frente a los reyes de Judá y a sus jefes, a sus
sacerdotes y al pueblo del país.
Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para
librarte -oráculo del Señor-".
Salmo 71(70),1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17.
Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Por tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina tu oído hacia mí, y sálvame.
Sé para mí una roca protectora,
tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío,
de las garras del malvado y del violento!
Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector,
y mi alabanza está siempre ante ti.
Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación,
aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos.
Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas.
Carta I de San Pablo a los Corintios 12,31.13,1-13.
Ustedes, por su parte, aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles
un camino más perfecto todavía.
Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo
amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la
ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo
amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi
cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se
envanece,
no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta
el mal recibido,
no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la
ciencia desaparecerá;
porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas.
Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto.
Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como
un niño,
pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como
en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo
imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.
En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más
grande de todas es el amor.
Evangelio según San Lucas 4,21-30.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que
acaban de oír".
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las
palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?".
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti
mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en
Cafarnaún".
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando
durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el
país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en
el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero
ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la
colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Comentario del Evangelio por:
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la
Iglesia
Sermón Delbeau 61, 14-18
“Pasando en medio de ellos, seguía su camino”
Un médico vino entre nosotros para devolvernos la salud: nuestro Señor
Jesucristo. Encontró ceguera en nuestro corazón, y prometió la luz "ni el ojo vio, ni
el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo
aman" (1Co 2,9). La humildad de Jesucristo es el remedio a tu orgullo. No te burles
de quien te dará la curación; sé humilde, tú por el que Dios se hizo humilde. En
efecto, Él sabía que el remedio de la humildad te curaría, él que conoce bien tu
enfermedad y sabe cómo curarla. Mientras que no podías correr a casa del médico,
el médico en persona vino a tu casa... Viene, quiere socorrerte, sabe lo que
necesitas.
Dios vino con humildad para que el hombre pueda justamente imitarle; Si
permaneciera por encima de ti, ¿cómo habrías podido imitarlo? Y, sin imitarlo,
¿cómo podrías ser curado? Vino con humildad, porque conocía la naturaleza de la
medicina que debía administrarte: un poco amarga, por cierto, pero saludable. Y tú,
continúas burlándote de él, él que te tiende la copa, y te dices: "¿pero de qué
género es mi Dios? ¡Nació, sufrió, ha sido cubierto de escupitajos, coronado de
espinas, clavado sobre la cruz!" ¡Alma desgraciada! Ves la humildad del médico y
no ves el cáncer de tu orgullo, es por eso que la humildad no te gusta...
A menudo pasa que los enfermos mentales acaban por agredir a sus médicos. En
este caso, el médico misericordioso no sólo no se enfada contra el que le golpeó,
sino que intenta cuidarle... Nuestro médico, Él, no temió perder su vida en manos
de enfermos alcanzados por locura: hizo de su propia muerte un remedio para
ellos. En efecto, murió y resucitó.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”