Ciclo C: IV Domingo del Tiempo Ordinario
Alfonso Berrade, C.M.
¿Qué hacemos en medio del bosque?
No sé si alguna vez habéis tenido la experiencia de caminar por medio del bosque.
Es fácil perder la orientación. Crees que vas hacia el norte y resulta que tus pies se
encaminan hacia el sur. Después de muchas horas, y si tienes la suerte de ver
hacia dónde camina el sol, podrás saber dónde está el norte o el sur y podrás
orientar tu caminar. Es que hay demasiados árboles que te impiden ver el cielo.
En la vida estamos muy rodeados de experiencias positivas y negativas, rodeados
de personas que unos te dicen que sí, otros que no; unas instituciones que te dicen
defender los derechos humanos y luego ves que trasmiten muerte, otras que dicen
defender al pobre y viven como ricos egoístas. En una palabra que si te dejas guiar
por el bosque, te desconciertan. ¿Hacia qué sol mirar en esos momentos de
desconcierto? San Agustín nos dirá que nos metamos dentro de nosotros mismos y
allí en el corazón oiremos la voz del Señor que está muy dentro de nosotros
mismos. San Vicente de Paúl nos habla siempre que escuchemos la voz del pobre,
del desvalido, ese clamor nos orienta siempre hacia el bien y la verdad de Dios.
De todo esto nos hablan las lecturas de este domingo. Dios nos ha puesto en el
mundo para ser su voz, ser profetas para clamar, denunciar y orientar hacia la luz
verdadera. Ser profeta requiere valentía para no traficar con el encargo que Dios
nos ha dado. Hay que hablar, y hablar alto, cuando vemos que los sencillos y
humildes son abatidos por la fuerza de los poderosos. La fuerza del señor será
nuestro seguro, pero también hay que ser adultos en la fe. San pablo que sabía un
montón sobre la infancia en la fe y luego sobre la adultez en la misma fe, nos
asegura que nunca veremos en esta vida las cosas de modo nítido. Las vemos de
modo desvaído pero sabemos hacia dónde vamos. Sí conocemos lo que Dios quiere,
aunque a veces nos falten las palabras más exactas para expresar la voluntad de
Dios. De ahí la humildad y sencillez de la viuda de Sarepta que pone en las manos
de Elías lo poco o casi nada que tiene.
¿Cómo ser en el mundo actual tan desprendidos con nuestra vida? Poniendo
siempre todo lo que somos y tenemos al servicio de las personas. Pongamos sobre
todo a los más débiles en primer lugar de nuestra entrega. La tentación es dar a
quien nos puede devolver. La vivencia cristiana es entregarte a quien ni siquiera
sabe agradecer lo que haces por él. Esas personas cuya vida ha sido una lucha por
la supervivencia y nunca han tenido la oportunidad de experimentar el amor.
Solamente a través de muchos actos de amor aprenderán a dar y recibir,
aprenderán a saber decir gracias y darán sobre todo gracias a Dios. También hay
que saber poner la nota de alegría en la vida. No entiendo la vida sin alegría.
Podemos tener carencias de mil cosas en la vida, pero que no falte el amar y ser
amados. De ahí brotará la alegría, ese ser sal de la tierra y luz del mundo.
Sabremos que nuestro bosque de la vida tiene caminos marcados y tiene un sol que
nos orienta siempre hacia la plenitud, la vida eterna.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)