Ciclo C: IV Domingo del Tiempo Ordinario
Mario Yépez, C.M.
Perfección = Amor
El escrito de Jeremías, luego de ubicar en el tiempo su ministerio, presenta el
origen de su vida profética que ha sido consagrada por Dios a través de este
oráculo. Dios una vez más se presenta como el alfarero, el que moldea (el mismo
verbo del segundo relato de la creación) en el vientre a quien tiene que cumplir
cabalmente sus órdenes. El profeta no está llamado para ser débil; tiene que ser
muy fuerte, como ciudad fuerte, columna de hierro, muralla de bronce. No es que
tenga que revestirse de una especial fuerza humana, sino más bien, será el
testimonio de la salvación de Dios al débil por lo que hagan lo que hagan contra él,
Dios lo salvará. La voz del profeta tiene que resonar y tiene que ser escuchada por
todos los responsables del pueblo, reyes, jefes, sacerdotes, y por todo el pueblo del
país. La imparcialidad del profeta es contundente, su origen lo define. ¿Cómo
estamos en ello? ¿Reconozco mi vocación profética? ¿Cuáles son mis motivaciones
para juzgar la realidad de este mundo en que vivo? ¿Qué presupuestos o
convicciones antepongo a mis opiniones?
Me detengo un poco en la composici￳n de este llamado “himno del amor” de la
carta a los Corintios, intentando sintetizar cómo elabora esta conclusión final: el
más grande todos los carismas es el amor. El amor es un carisma que está al
alcance de todos. Pablo pasa a mostrar por qué es un extraordinario camino a
seguir (12,31). Para ello empieza a condicionar diversos carismas presentándolos
como actos (13,1-3) que se hacen pero que si carecen de amor no tienen sentido
(lenguas, profecía, fe, limosnas). El amor, por tanto, no se identifica con una
acción, es más bien lo que mueve desde dentro a hacerlas, si se lo permitimos.
Entonces, ¿qué es el amor? Pablo empieza a considerar lo que es y lo que no es
(13,4-8a), todo lo que ocasiona y todo lo que nunca hará (derrumbarse). Una vez
más lo compara con los otros carismas (13,8b-10), que parece tienen cierta finitud
e incluso imperfección (una parte de..). Introduce la comparación de las
limitaciones propias de un niño y lo aplica a su discernimiento sobre los carismas
(13,11), reconociendo que entre lo borroso del misterio que percibimos hay un
horizonte de perfección que nos espera y a lo que nos prepara los carismas
(13,12). Pero hay uno en particular que ya nos introduce en este misterio del
conocimiento pleno de la relación con Dios y es el amor (13,13). Todos sabemos
qué es el amor, pero nos cuesta identificarlo en lo que hacemos. Se ha llenado de
tanta poesía de todo tipo, que pierde este carácter de perfección que posee y que
nos supera enormemente. Desde este discernimiento de fe, puede comprenderse
c￳mo es que de verdad podemos falsificar el amor con acciones y “buenos deseos”.
Pero la verdad, es que el amor se impone sin mayores actos espectaculares. No sé
si todavía seguimos pensando o razonando como niños, pero a veces deberíamos
reflexionar si de verdad estamos deseando con celo profundo el mayor de los
carismas puesto al alcance de todos o nos aferramos a los actos externos que solo
alcanzan a un escaso nivel infantil que revela cierto conformismo espiritual. Siento
que aún no hemos entendido aquellos de “perfecci￳n”. En esto se ha mezclado el
humano deseo y hemos perdido el horizonte de lo que significa la “perfecci￳n en la
vida cristiana”. Pido a Dios que no perdamos nunca el deseo de dejarnos motivar
por el amor, porque la perfección ya la tenemos en nuestro interior, pero creo que
la tenemos tan aprisionada que no la dejamos aflorar, porque si el amor sale,
nosotros nos diluimos y eso es lo que no nos gusta.
Lucas presenta el programa de la misión de Jesús en este pasaje de la visita de
Jesús a Nazaret. Ha proclamado Jesús que las Escrituras se han cumplido en él, por
lo que se entendería que se está inaugurando el tiempo de gracia para Israel y sus
palabras la confirman. Pero empieza a brotar la desconfianza entre los presentes de
que esto pase en realidad: “¿No es éste el hijo de José?” Jesús toma la iniciativa y
de pronto el cuadro idílico camia rotundamente instaurándose el conflicto. Primera
advertencia: no se puede sustentar una esperanza desde la facilidad y el
conformismo. Jesús no ha venido para sorprender con hechos prodigiosos, Jesús
viene a proclamar un año de gracia y misericordia de parte de Dios. Segunda
advertencia: hay una exigencia de replantear la exclusividad del pueblo de Israel,
como heredero de las promesas de Dios. Israel tiene que reflexionar su elección
como pueblo y su misión en relación al mundo. Ambos episodios que recuerda
Jesús a sus paisanos que bien conocen de las historias de Elías y Eliseo comprenden
la apertura de Dios hacia los paganos, a quienes también se derrama la salvación.
Aceptar el programa de Jesús exige a replantear las convicciones más profundas de
la fe del pueblo judío y esto ocasiona una reacción no esperada. Jesús
aparentemente fracasa en su primer intento de misión, pero dejada sentada
cuál es su misión como enviado del Padre para salvar a todos los hombres. Jesús
no ha venido a instaurar un tiempo de ira y de venganza sino de misericordia y
salvación. Nosotros como Iglesia también tenemos que replantearnos este
programa de Jesús. El peligro del “sectarismo” entendido como realidad que
excluye y margina, es un reflejo de que apelamos más por un Dios de la venganza
que del amor. Es verdad que hay tantas cosas que nos diferencian como seres
humanos, pero quienes estamos llamados desde la fe cristiana a trascender estas
realidades, deberíamos preguntarnos cómo es que podemos colaborar en construir
un mundo donde confiemos que de verdad creemos que lo sostiene la bondad y
misericordia de Dios.
La perfección del amor no se compagina nunca con el desprecio. Mis convicciones
tienen que asentarse desde la fe en el Dios de Jesucristo y esto me convierte en
profeta para mis hermanos. No nos dejemos vencer por el conformismo y la
intransigencia. Hagamos realidad lo que dice el salmo: “mi boca contará tu
salvaci￳n, Se￱or”.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)