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L A FAMILIARIDAD CONMOVEDORA DE D IOS
4 º D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO (L UCAS 4, 21-30)
3 DE FEBRERO DE 2013
El domingo pasado dejamos a Jesús en la Sinagoga de Nazaret, la peque￱a aldea de casi
toda su vida. Volvi￳ allí con sus discípulos, tal vez para descansar, saludar a su Madre y
parientes. En este fugaz regreso descubri￳ la indiferencia llena del prejuicio de sus paisanos
hacia su Persona. Era sin duda duro advertir miradas extra￱as en quienes le vieron crecer allí
mismo. Así, puesto de pie, Jesús dirá aquella frase que se ha hecho célebre hasta pasar a
nuestros refraneros populares: nadie es profeta en su tierra.
¿Cuál era la dificultad de los nazaretanos respecto de Jesús? Precisamente una familiaridad
que les impedía reconocer en Él a alguien más que al hijo del carpintero, el de la Se￱ora
María. Creían conocer a quien, en el fondo, desconocían profundamente. Decimos en
castellano ese dicho hermoso: “Del roce nace la querencia”. Pero ya se ve que no todo ni
siempre es así: podemos querer a quienes no podemos tocar por la distancia, e ignorar
calamitosamente a quien a diario vemos y tratamos. Viene a la memoria la pregunta decisiva
de Jesús a sus discípulos: ¿qué dice la gente de mí? ¿y vosotros, quién decís que soy yo? Es
una pregunta que se nos puede hacer hoy a nosotros también.
Los nazaretanos conocían a Jesús como se conoce a un paisano, a alguien del barrio.
Nosotros lo podemos conocer desde el barniz de las pinturas, el escorzo de algunas
imágenes, o las literaturas que nos hablan de Él. Para no pocos, éste sería el barrio o el
paisanaje en su conocimiento de Jesús. Podemos decir que queda un halo cultural que nos
permite saber de Él algunas cosas comunes, quizás algunas cosas más de las que conocían
sus paisanos. Ellos recordaban de Jesús lo que habían visto en su mocedad mientras crecía en
el pueblo. Nosotros podemos recordar lo que hemos aprendido a vuelapluma y con alfileres.
Pero s￳lo conoce a Jesús quien se ha fiado de su palabra y quien ha quedado seducido por
su presencia.
Es hoy un día para desear conocer al Se￱or por dentro, desde el coraz￳n que ora y que
ama, desde el testimonio que narra con obras sencillas y cotidianas, el amor que le embarga
y plenifica. S￳lo así podemos decir que Jesús no es un extra￱o profeta en la tierra de nuestra
vida, sino un Dios vecino, cuya casa tiene entra￱a y tiene hogar, una casa habitada, que abre
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo
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las puertas de par en par. Con Él convivimos; a Él le vamos a contar nuestras cuitas buscando
el consuelo en los sinsabores cuando la vida parece que nos quiere acorralar; a Él vamos
también a agradecer los dones, las muchas alegrías con las que también esa vida nos sonríe.
Y descubrimos que ese Buen Dios, el mejor vecino, saber reír y sabe llorar, porque le importa
nuestra vida, nuestro destino y nuestra paz.
Dios, sin ser uno cualquiera quiere ser entre nosotros uno más, y ponerse a nuestro lado
para decirnos cuál es el camino mientras lo camina junto a nosotros. La familiaridad con
Jesús debe suscitarnos una admiraci￳n conmovida, no una sospecha indiferente y aburrida.
Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo