No has de aventar sin viento ni parir antes de tiempo.
Domingo 5º.ordinario C
Los primeros días en la vida pública de Jesús transcurrían en una apacibilidad que
encantaba. aún no aparecían en lontananza los enemigos del Reino y las sombras
del mal. Las gentes acudían en grandes cantidades a escuchar a Jesús, a ser
tocados por él, a ser curados de sus enfermedades, eran gente buena, sencilla,
quizá desocupados, gente sin trabajo, que podían desplazarse con facilidad en
seguimiento del maestro. Él los atendía personalmente con una gran complacencia
de su corazón. Él era todo para ellos. Nada importaba sino sólo aquellos hombres
de buena voluntad.
En un momento llegó a ser tal la cantidad de gente que le escuchaba, que Cristo se
ingenió para plantarse sentado en una barca, y desde ahí su voz se multiplicaba
para la gente. Al medio día ocurrió que Jesús terminó con su predicación, y pidió
algo extraordinario a Pedro, el dueño de la barca. Le pidió que remara mar adentro
para ir de pesca. Pedro, conocedor profundo de su oficio pues había nacido en él,
seguramente se sonreiría delante del maestro, reconociendo que él sabría hablar a
las gentes, pero que no sabía que los peces se pescan en la oscuridad y no al
mediodía.
Sin embargo, Pedro vio tal seguridad en la voz imperiosa de Cristo, que
efectivamente, ayudado por otros pescadores, llevaron la barca a donde Cristo les
indicó con un resultado que dejó asombrados a todos los espectadores: la pesca fue
abundante como nunca, a pesar ser nada menos que el mediodía. Pedro y sus
compañeros cayeron de rodillas ante Jesús, reconociendo que no había sido su
ingenio, pues toda la noche habían intentado pescar, sino su confianza en el
Maestro, lo que había conseguido la pesca abundante.
Y a continuación, Cristo le hizo a Pedro una propuesta que cambiaría para siempre
la situación de su vida y la de sus hermanos los pescadores: “´Pedro, no temas
desde ahora serás pescador de hombres”. Efectivamente, en medio de la noche, y
a media mañana y al mediodía, Pedro es ahora el encargado de ir pescando, en
esta Iglesia nuestra que se esfuerza por conocer a Cristo su Maestro, por intimar
con él y por intentar seguir sus pasos, su alegría, su generosidad y su entrega al
bien de todos los hombres a los que hay que salvar, librándolos del mar de mentira,
de maldad y de egoísmo de miseria y de muerte, que son como símbolos de
nuestra época. Todos nosotros estamos llamados a secundar la pesca y en casa, en
la escuela, en el taller, en el comercio, en la economía y en las diversiones,
podremos intentar una pesca milagrosa para gloria del Maestro que triunfa sobre el
mal y el pecado. Nadie está de más en nuestra Iglesia y en nuestra barca. La
responsabilidad es de todos en este año de la fe que exige una respuesta
inmediata, alegre, comunitaria, profunda y sólida. Nuestra vida, la vida de todo
cristiano, tiene que estar empeñada en una pesca que nos dé a todos para comer,
para una vida digna de hijos de Dios, que nos hermane y nos iguale y nos dé una
alegría nueva de vivir, en camino de salvación, en esta barca abierta que es la
barca de Pedro, la barca de la Iglesia, la barca de la eterna salvación.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios
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