Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Risk
La lucha entre la cultura occidental cristiana y el intento de establecer una nueva cultura
atea o agnóstica se torna cada vez más violenta. La guerra la vemos claramente declarada
en Europa, por ejemplo, con el intento de establecer una Constitución exenta de la
presencia de Dios, abjurando de su identidad cristiana o en sus ridículas campañas por
retirar los crucifijos en los lugares públicos.
La batalla está bien planteada y así como en el Risk se unen enemigos tal vez
irreconciliables para acabar un adversario común, así está sucediendo con la cultura
cristiana.
¿Quién es el adversario común? Dios, cuya presencia visible se halla en la moral y en los
principios cristianos. La Iglesia defiende la cultura de la vida, el matrimonio entendido
como la unión de un hombre con una mujer, la familia como vínculo indisoluble y célula
fundamental de la sociedad, la política internacional como “familia de naciones” en donde
se busca el desarrollo de los pueblos, no a través del extermino de los pobres, sino del
compromiso solidario con los más necesitados. Bastaría una ínfima parte del prepuesto
anual que las potencias mundiales destinan para la guerra y de un plomazo se erradicaría el
hambre en todo el mundo. ¿Quiénes son los aliados? Son los organismos que a través de
las leyes pretenden transformar los hábitos y costumbres de los pueblos. La maldad está en
implantar un sistema legislativo desarraigado de la ley natural para dar paso a un sistema de
leyes que pueden ser perniciosas para el mismo hombre como el aborto, la eutanasia, la
guerra preventiva, el ecologismo radical.
¿Cuál es su oferta? Una sociedad agnóstica libre de cualquier modelo que subyugue o
coarte la libertad. Proclaman el relativismo como el camino que asegura el pleno desarrollo
personal y social porque no habrá nada que imponga una escala de valores.
Me parece estar contemplando una nueva torre de Babel que terminará con dividir más a
los pueblos. En sus intentonas se olvidan de un pequeño detalle y es la intervención de Dios
en la historia. Dios no es un ente de razón, es una agente que actúa en el corazón de los
hombres y hoy como ayer sigue eligiendo y llamando. Este domingo el evangelio nos
presenta la elección de Pedro: Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Subió a la
de Simón y le pidió que se alejara un poco de tierra. Después de la pesca milagrosa, estando
Pedro a los pies del Maestro, recibe el llamado: “No temas, desde ahora serás pescador de
hombres” (Lc. 5,10). La lista de los elegidos es incontable desde Abraham. Los intentos de
establecer un mundo sin Dios han resultado verdaderos holocaustos. ¿Quién podrá impedir
a Dios que siga eligiendo y llamando en el interior de cada hombre a servirle por el camino
del bien, de la justicia y de la verdad?
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