EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Viernes de la cuarta semana del tiempo ordinario
Carta a los Hebreos 13,1-8.
Perseveren en el amor fraternal.
No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin
saberlo, hospedaron a los ángeles.
Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de
los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo.
Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a
los lujuriosos y a los adúlteros.
No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo
Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré.
De manera que podemos decir con plena confianza: El Señor es mi protector: no
temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres?
Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios:
consideren cómo terminó su vida e imiten su fe.
Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre.
Salmo 27(26),1.3.5.8b-9abc.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?
Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza.
Sí, él me cobijará en su Tienda de campaña
en el momento del peligro;
me ocultará al amparo de su Carpa
y me afirmará sobre una roca.
Evangelio según San Marcos 6,14-29.
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas
partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en
él poderes milagrosos:
Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos".
Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé
decapitar y que ha resucitado".
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías,
la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo
protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños,
ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que
el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".
Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la
mitad de mi reino".
Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el
Bautista", respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero
que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no
quiso contrariarla.
En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja,
la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo
sepultaron.
Comentario del Evangelio por: Beato Juan Pablo II (1920-2005), papa
Homilía del 07/05/2000 en la conmemoración de los testigos de la fe del
siglo XX (trad. © copyright Librería Editrice Vaticana)
Testigos de la verdad ante las fuerzas del mal
“Dichosos vosotros cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda
clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra
recompensa será grande en los cielos.” (Mt 5,11-12) Estas palabras de Cristo se
aplican de maravilla a innumerables testigos de la fe del siglo que acaba: fueron
perseguidos e insultados pero no se doblegaron en ningún momento ante las
fuerzas del mal.
Allí donde el odio parecía contaminar toda la vida sin posibilidad de escapar a su
lógica, ellos mostraron que “el amor es más fuerte que la muerte” (Ct 8,6) En los
nefastos sistemas de opresión que desfiguraron al hombre, en los lugares de
sufrimiento, en medio de las privaciones durísimas, a lo largo de marchas
interminables y agotadoras, expuestos al frío, al hambre, a las torturas, agobiados
por toda clase de sufrimientos, creció su firme adhesión a Cristo muerto y
resucitado.
Muchos rehusaron doblegarse al culto a los ídolos del siglo veinte y fueron
sacrificados por el comunismo, por el nazismo, por la idolatría del estado y de la
raza. Muchos otros sucumbieron en el curso de guerras étnicas y tribales porque
rechazaron una lógica extraña al evangelio de Cristo. Algunos murieron porque
seguían el ejemplo del Buen Pastor y prefirieron quedarse con el rebaño de sus
fieles, despreciando las amenazas. En cada continente, a lo largo de este siglo, se
han levantado personas que prefirieron ser asesinadas antes de abandonar su
misión. Religiosos y religiosas han vivido su consagración hasta el derramamiento
de la sangre. Creyentes, hombres y mujeres, murieron ofreciendo sus vidas por
amor a los hermanos, particularmente por los más pobres y los más débiles. “Aquel
que ama su vida, la perderá, pero el la que pierde por mí, la ganará.” (Jn 12,25)
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”