V Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes.
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Gn.1,1-19: Dijo Dios y así fue.
b.- Mc. 6, 53-56: Los que lo tocaban se ponían eran salvados.
Este breve pasaje esconde secretos muy humanos donde lo divino lo baña de nueva
luz. La llegada de Jesús a Genesaret, provoca una atracción que su persona ejerce
en las personas necesitadas de su poder sanador, “le reconocieron en seguida… y
comenzaron a traer a los enfermos adonde él estaba” (vv. 54-55). Él acepta la fe
de los hombres y mujeres, que lo buscan como fuente de salud. No se habla de
endemoniados, ni que les diera enseñanza, o que las curaciones fueran una
recompensa debida a la fe en su palabra. Cual peregrino del Reino de Dios, médico
divino, Jesús recorre pueblos y ciudades, donde sus únicos compañeros, son el
silencio y el poder curador, que sale de su cuerpo y manos. La gente comprende
que el mensaje del Evangelio, no es una idea o una quimera, sino una persona y
poder que los sana de sus enfermedades. Después de las grandes manifestaciones,
como la multiplicación de los panes y el caminar sobre las aguas, el evangelista,
muestra a Jesús tranquilo y a la expectativa; el pueblo lo busca, como salvador y
taumaturgo, sin que alumbre necesariamente todavía la adhesión personal que
Jesús desea. Se pasa de la visión nocturna de Jesús caminando sobre las aguas a la
actividad en medio del pueblo de Galilea. Sin embargo, los entendidos señalan un
alejamiento interior de Jesús respecto del pueblo, particularmente en su actividad,
en estas tierras de Galilea, para ir a tierras más lejana (cfr. Mc.7, 24). Lo buscaban
para tocarlo, gesto muy humano, pero que el cristiano comprende con un sentido
mejor que los galileos: creer en ÉL como Mesías prometido, enviado de Dios,
inaugurador del reino de Dios con sus palabras y obras, en definitiva, como Hijo de
Dios. Marcos, deja constancia que Jesús, es un hombre divino, del que emanan
fuerza curativas, sanadoras. También había curanderos helenistas, en cambio,
Jesús aparece como médico de pobres y enfermos, pero luego de la multiplicación
de los panes y andar sobre las aguas, el cristiano, lo descubre como un ser
superior a cualquier curandero. Su poder tiene su origen en Dios mismo, en su
filiación divina. Llama la atención desde el comienzo de este relato, que la iniciativa
es de la gente, no de Jesús, que le lleva los enfermos donde ÉL va. Les permite
tocar su manto, pero Marcos, no señala que fueran sanados, sino salvados, con lo
cual se entiende que el pueblo sin haber visto a Jesús caminar sobre las aguas, lo
ve como un ser divino. El tocar su manto vendría a significar que su sanación va
más allá de lo físico, sino que alcanza también su espíritu. Hoy nosotros tocamos a
Jesús con la fe, pues creemos en ÉL, sacramento de encuentro con Dios su Padre.
La otra forma de acercarnos a Jesús es en la fuente de los Sacramentos, Teresa de
Jesús lo experimentó así: “¡Oh Jesús mío!, ¡qué es ver un alma que ha llegado aquí,
caída en un pecado, cuando Vos por vuestra misericordia la tornáis a dar la mano y
la levantáis! ¡Cómo conoce la multitud de vuestras grandezas y misericordias y su
miseria! Aquí es el deshacerse de veras y conocer vuestras grandezas; aquí el no
osar alzar los ojos; aquí es el levantarlos para conocer lo que os debe; aquí se hace
devota de la Reina del cielo, para que os aplaque; aquí invoca a los Santos, que
cayeron después de haberlos Vos llamado, para que la ayuden; aquí es el parecer
que todo le viene ancho lo que le dais, porque ve no merece la tierra que pisa; el
acudir a los Sacramentos; la fe viva que aquí le queda de ver la virtud que Dios en
ello puso; el alabaros porque dejasteis tal medicina y ungüento para nuestras
llagas, que no las sobresanan, sino que del todo las quitan. Espántase de esto. ¿Y
quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y
merced tan crecida, a traición tan fea y abominable?; que no sé cómo no se me
parte el corazón cuando esto escribo, porque soy ruin” (V 19, 5).