V Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Miercoles
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Gn. 2,4-9.15-17: El Señor colocó al hombre en el jardín del Edén.
b.- Mc. 7, 14-23: Lo que sale de dentro, es lo que hace impuro al hombre.
Evangelio esencial para comprender, la nueva moralidad que Jesús quiere enseñar.
Primero encontramos la sentencia o doctrina y luego la explicación a las gentes y
en privado a sus discípulos. Lo que quiere dejarles en claro es cómo conjugar esta
novedad con la doctrina esencial judía de lo puro e impuro. Son tan originales estas
palabras, que no es extraño que Jesús sea incomprendido. En casa, les explica, que
ningún alimento separa al hombre de Dios, en cambio, lo que produce la separación
se encuentra en lo interior, en el corazón, en la intención. Sólo quien opta en contra
de los designios de Dios, ese está lejos de Yahvé; Jesús para hablar de la fuente
de la moralidad, se refiere a lo interior al corazón, como sede de todo acto moral.
Con estas palabras y actitudes, propone, cuestiona algunos aspectos de la Ley
mosaica, en particular, lo referente a la pureza legal (cfr. Lev.11-15; Dt. 14,3ss).
Es Pedro un ejemplo de cuanto decimos, al rechazar la invitación a comer que le
hace Dios (cfr. Hc. 10,14). En cambio, Jesús nos quiere llevar a los comienzos de la
creación, donde todo era bueno, recién salido de las manos bondadosas de Dios
Padre, pero que el abuso de la libertad humana puede pervertir las cosas (cfr. Gn.
1-3). Marcos, enumera doce acciones que se oponen al designio de Dios para el
hombre (cfr. Rm. 1,29-31; 1Pe 4,3; Ap. 21,8; 22,15), lo curioso es que esta actitud
tan clara de Jesús, este tema siguió adelante por sus propios carriles ya que en la
joven comunidad cristiana todavía es tema de discusión (cfr. Hch. 15, 28-29;
10,14; Ga. 2, 11-17). Este pasaje, refleja la trasparencia del mensaje evangélico de
Jesucristo, no admite la distinción entre alimentos puros o impuros, que tuvieran la
capacidad para separar al hombre de Dios. Jesús relaciona a Dios con la conciencia
del hombre, Dios está presente en toda la realidad, lo que se debe purificar es del
pecado, que llevamos en el corazón. Purificados por la gracia de Dios, le
encontramos en todas partes, porque lo llevamos dentro de nosotros, y eso es lo
esencial de la vida cristiana. La libertad interior que nos da la Ley de Cristo, ley del
Espíritu, es una exigencia de mayor fidelidad personal con un corazón habitado por
Dios e inflamado en amor a ÉL y su prójimo. Darle el corazón a Jesús, es tarea de
trabajar la salvación en nuestra vida de cada día; no dejar que los ídolos lo
desplacen.
Teresa de Jesús, lo propone como objeto de vivir una vida de oración de calidad
para el resultado, las obras, sean fruto de ese diálogo con Dios y los hombres.
“Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de grandísima
riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas, en fin, como para tal señor; y
que sois vos parte para que este edificio sea tal, como a la verdad es así que no
hay edificio de tanta hermosura como un alma limpia y llena de virtudes, y
mientras mayores, más resplandecen las piedras y que en este palacio está este
gran Rey que ha tenido por bien ser vuestro Padre, y que está en un trono de
grandísimo precio, que es vuestro corazón.” (CV 28,9).