Ciclo C: V Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
En su evangelio (Lc.5,1-11), Lucas nos traslada hoy de la Sierra de Galilea al Mar
de Tiberíades. Aquí la gente se agolpa para escuchar la palabra de Jesús, quien ve
por conveniente subir a la barca de Simón para seguir hablando, pero un poco
apartado de la orilla. Simón Pedro y los hijos de Zebedeo (Santiago y Juan), a
quienes ha venido a buscar, están ahí, limpiando las redes después de una larga
noche de trabajo sin pescar nada. Se conocen con Jesús desde hace un tiempo (Jn
1,35-45) y están a la espera de que les llame para seguirle definitivamente, como
pescadores de hombres, al decir de Jesús (Lc. 5, 10)
La pesca milagrosa, que hacen a pleno día con Jesús, los llenará de asombro y de
decisión de dejarlo todo y de seguirle, como de hecho lo hicieron (Lc 5, 11). El
milagro, -un signo o manifestación de quién de verdad es Jesús-, presenta detalles
interesantes, que Lucas ha recogido en frases que se han hecho de antología y que
ustedes recordarán. Jesús: “ᄀRema mar adentro…”! Pedro: “ᄀEn tu nombre echaré
las redes!” Pedro: “ᄀApártate de mí que soy un pecador!”. Jesús: No temas… Serás
pescador de hombres!” Es bueno recordarlas. Por falta de espacio, yo me referiré
aquí sólo dos de ellas.
“ᄀRema mar adentro!”, ﾿no les recuerda la Gran Misi￳n de Lima, que llevamos
adelante entre los años 2003-2006, preparando la visita del Beato Juan Pablo II? Es
también una invitación a ir siempre más allá, más alto y más lejos. A vivir por un
ideal. A seguir a Jesús, sin importar las dificultades y sin temores. “ᄀEn tu nombre
echaré las redes”, donde más importante que echar las redes es echarlas en el
nombre del Señor. Pedro y sus compañeros habían estado echando las redes
durante toda la noche, que es cuando los cardúmenes se mueven y caen en la red.
Pero no habían conseguido nada. Ahora bastó que echara las redes en el nombre
del Se￱or, por deferencia a Él, para que se hiciera el milagro…
Para hacer las cosas en el nombre de Dios, los cristianos tenemos una hermosa
oración, breve y contundente: la llamamos la señal de la cruz. Con ella invocamos a
la Santísima Trinidad y hacemos sobre nosotros la cruz salvadora de Jesucristo, que
son los dos grandes misterios de nuestra fe. Pero no sólo los invocamos, sino que
es en nombre de ellos que nos disponemos a hacer cuanto tenemos que hacer.
Desde empezar el día al levantarnos, hasta salir de casa, ir al trabajo, viajar, etc.
Lamentablemente solemos “comernos” el comienzo de la oraci￳n: el “en nombre
de…” lo decimos tan rápido que ni nos damos cuenta.
Iniciémoslo todo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, mientras
trazamos sobre nosotros la señal de la cruz, bien hecha. Nos pasará como en la
pesca milagrosa: tendremos éxito en cuanto emprendamos. ¿Qué nos cuesta hacer
la prueba?
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)