Ciclo C: V Domingo del Tiempo Ordinario
Alfonso Berrade, C.M.
Los timoneles y las barcas
Si el primer Papa no hubiera sido pescador ¿Cómo llamaríamos a la Iglesia? Si el
Papa hubiera sido Mateo ¿la llamaríamos la Sunat de Mateo? Y si fuera Judas ¿Se
llamaría la Caja de Ahorros de Judas? No me puedo imaginar nada de eso. Lo cierto
es que llamamos a la Iglesia “La Barca de Pedro”. La vemos representada en mil
cuadros, estampas, logos.
La barca supone tener un buen navegante que entienda de olas y dificultades; la
barca se detiene en cualquier orilla o ribera y la gente salta a la arena para darse
un baño o comer unos pescaditos. No sé, la barca está indicando gente alrededor,
trabajando, gritando, riendo, con niños descalzos y gaviotas sobrevolando los
espacios cercanos. ¿Será por eso que Dios ha querido que el Espíritu Santo se
presente como forma de gaviota o paloma? No quiero imaginarme la Iglesia como
un gran transatlántico.
La gente empuja a Jesús y tiene que saltar a una de las dos barcas que allí había. Y
¡qué casualidad, salta a la de Pedro! Es el lenguaje simbólico y catequético del
evangelio. Jesús va en la Barca de Pedro, en la Iglesia. ¡Rema mar adentro! ¡Ay, el
mar simboliza el mal del mundo! Jesús manda meterse en medio del mar, en medio
del mal. ¡No temas, yo voy contigo! Y grita decidido: ¡Echa la red! Ya hemos
echado durante toda la noche la red y no hemos pescado nada, pero si nos mandas
así con decisión la echaremos. Vemos la pesca impresionante, se llena la Barca de
Pedro y la otra. Vemos a Pedro pidiendo ayuda para atender y recoger la gran
cosecha del trabajo realizado por mandato de Jesús.
Hoy la Iglesia, después de casi dos mil años, sigue metida en medio del mar del
mundo. La gente mira más al Vaticano que a los pescadores que andan por todos
los mares del mundo. La Iglesia hoy almacena siglos de historia en el campo de la
cultura y el arte, del saber hacer muchas cosas grandes en la historia de las
civilizaciones. Ese lado de la Iglesia es muy vistoso y muy mirado por el mundo.
Pero por otro lado la Iglesia sigue como en las orillas del lago Genesaret. Canoas
por los ríos, fríos en los montes, peligros entre pueblos dominados por el odio,
médicos de cuerpos y almas donde no llega el poder político, escuelas y
universidades donde los maestros quieren borrar el nombre de Dios, ternura de
monjitas hacia personas abandonadas por quienes más debían amarles. ¡Qué gran
madre es la Iglesia!
Poco se ve, en los medios de comunicación, esa Iglesia cercana a los pobres,
metida en medio del mal del mundo. Los gigantes del negocio del mal producen
enfermedades y escaladas de muerte, pero son los cristianos quienes cuidan a esos
heridos por el pecado. Los grandes edificios del Vaticano o las grandes catedrales
nos hablan de la Iglesia, pero todo eso puede desaparecer y la la Iglesia seguiría
actuando, pero nunca podrá desaparecer esa Iglesia cercana a los pobres, donde
realmente se hace la gran pesca por la ternura de Dios nuestro Padre, el valor de
Cristo y la luz del Espíritu Santo.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)