I DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C
SILENCIO, SOLEDAD Y TENTACIONES
Padre Pedrojosé Ynaraja
El relato de hoy os puede parecer a vosotros, mis queridos jóvenes lectores, algo
exótico. En primer lugar, supongo que la mayoría de vosotros, desconoceréis el
paisaje donde ocurre el relato. Algo mejor lo entendemos los que nos hemos
detenido en él. Una de las cosa que me gusta hacer cuando voy por aquellas
benditas tierras, es apearme del vehículo, caminar por el sendero que todavía es el
mismo del de aquellos tiempos en algunos tramos, alejarme un poco para no ver a
nadie y contemplar el árido y arisco paisaje de aquel desierto. Los primeros
destinatarios de la Palabra Revelada, lo entenderían todavía mejor y, seguramente,
dispondrían de bastante tiempo para prolongar una parada que a mí me resulta
imposible.
Pero si no podréis ahora situaros en el desierto de Judá e imitar al Señor, cada uno
en el lugar donde se encuentre, saliendo al campo, encaramándose por una
montaña o encerrándose en un rincón donde reine el silencio, es posible dejarse
llevar por los caminos que la portentosa imaginación de Dios os quiera conducir.
Es preciso empezar por una humilde súplica. Sencillamente pedirle que podamos
unirnos espiritualmente a Él.
No hay que olvidar que con el estómago lleno y el cuerpo empapado en bebidas,
resulta difícil concentrarse. Es preferible un poco de hambre a un hartazgo.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que si el desierto es lugar de
encuentro con Dios, también puede ser, si bajamos las defensas, espacio de
tentación. Ambas cosas lo fueron para el Maestro. En el desierto nos faltan ciertas
defensas a las que en otros sitios podemos acudir. El demonio, sí, el demonio
existe, aunque hoy en día tal vez solo se hable de él en películas de terror o en
noticiarios morbosos. (ya sé que esto último no es absolutamente verdadero). Al
demonio no debemos ignorarlo, tampoco temerlo, si gozamos de la compañía del
Señor.
A nosotros no nos acosará el hambre a la manera de lo que le ocurría a Jesús. Pero
puede tratarse de una sabrosa comida en un establecimiento de categoría al que
creemos tenemos derecho de acudir. A la hora de leer la carta del restaurante que
tal vez nos haya tocado entrar, debemos recordar este pasaje. Tal vez nos han
convidado y es la ocasión de gozar de ricos y caros platos… No hay que abusar de
las posibilidades, como Él no se aprovechó de sus poderes divinos.
Buscar una posición segura, dominio de un cargo que permita dirigir a personas o
materiales de una empresa, gozar de la llamada erótica del poder, que a tantos
atrae, ocupar un puesto de prestigio y la seguridad de un prospero porvenir…
¡cuántos lo desean! El “Hermanito de Jesús”, Carlos de Foucauld, gozaba de buena
posición social y económica, pero escogió imitar al Señor viviendo sencillamente de
hortelano de las clarisas de Nazaret, más tarde marchó al desierto, decía él que
quería soledad sin clausura. Recibía y compartía con los beduinos que admiraban su
santidad. Un día, estúpidamente, un tuareng lo mató. ¿su vida había sido un
fracaso?. Sabemos que ha sido uno de los que más han influido, e influyen todavía
ahora, en la espiritualidad occidental. Hablar de él, es como entre los orientales
mencionar a Serafin de Sarov…
Presumir. Parece que es una característica femenina y sois vosotras, mis queridas
jóvenes lectoras, las que cargáis con este defecto. Injusto aprecio de vuestra
personalidad. Claro que si la palabrita la cambiamos por un sinónimo usado a la
ligera: fardar, nos daremos cuenta de cuantas imprudencias e injusticias se
cometen por parte de varones, simplemente por lograr llamar la atención, lucirse
ante compañeros y compañeras y ante desconocidos y hasta a la vista de extraños
y así fardar (nunca olvido que durante un viaje por países del centro de Europa, un
chico quinceañero, se pasaba más de 15 minutos peinándose y luego otro tanto
anudando los cordones de sus zapatos. Le dije que dejando los extremos tan largos
podía caerse; su respuesta fue que ahora se llevaban así. ¿Quién en Bélgica, pienso
yo, admiraría su “elegancia?).
Del desierto, de su silencio, del ayuno y de la lucha con el demonio, salió Jesús
fortalecido. Podía empezar la nueva etapa de su vida. Hasta entonces había sido
puramente social, en Nazaret y su entorno. Ahora ensancharía sus andares y
subiría de categoría su quehacer. Estaba preparado para la etapa evangelizadora a
la que seguiría la redentora, la que fue tortura, ajusticiamiento y sepultura. A todo
ello coronó su Resurrección, a la que también nosotros estamos llamados.
Recordadlo ahora cuando programéis espiritualmente la Cuaresma.