En el tiempo de Cuaresma, la Liturgia de la Palabra que nos ofrece la
Iglesia se convierte en un verdadero acompañamiento espiritual , que
nos invita a iluminar nuestra historia de cara al querer de Dios.
Al observar cómo evolucionan algunos acontecimientos que nos refiere la Biblia, por
ejemplo la usurpación de la bendición de Isaac por su hijo Jacob, la venta del pequeño José por
sus hermanos a unos traficantes, la deportación del resto de Israel a Babilonia o la historia de la
reina Ester, y al iluminar con ellos la historia más personal, llego a intuir algunas constantes
que pueden servir, en este tiempo y siempre, de pautas esperanzadoras . Sin olvidar que
cada persona es diferente.
A partir de los hechos narrados, no se pueden establecer como norma, ni elevar a rango de
proyecto de vida los detalles contradictorios y hasta adversos que se dan en muchos relatos
emblemáticos, que después se convierten en experiencia de misericordia y en fuente de
sabiduría. Porque no se pueden legitimar la debilidad humana, ni el egoísmo, la
especulación o la envidia, aunque a través de ellos se alcance, pasando el tiempo, una
experiencia enriquecedora.
Sin embargo , se debe reconocer que por haber acontecido esos hechos concretos,
envueltos en fragilidad y hasta en pecado, después se ha llegado a sentir más fuertemente
cómo todo sirve para el bien para quien sabe leer la historia en una clave providente . Así,
la usurpación de la bendición nos convierte en herederos de la promesa; la estancia de José en
Egipto se transforma en posibilidad de subsistencia para su familia; la deportación a Babilonia
acrisola la fe del resto de Israel…
No se puede afirmar que las cosas deben suceder tal como nos las narran las crónicas para
experimentar después algo muy superior y positivo. Los posibles resultados beneficiosos no se
deben a un efecto directo de los hechos, sino a una posible reacción humilde, creyente y a
apertura al significado de todo como señal providente . Según las Escrituras, cuando en
muchos casos ha acontecido lo que no es bueno en sí, como puede ser la desobediencia, la
idolatría o la infidelidad, la misericordia de Dios, que nunca se agota, ha concedido la
oportunidad de descubrir una posibilidad positiva inesperada, que manifiesta aún más la
entrañable compasión divina.
Desde esta perspectiva, cabe comprobar cómo las heridas se convierten en luz, la
pobreza, en fuente de riqueza , el dolor, en conocimiento y sabiduría, la debilidad, en entrañas
de misericordia. Si en el momento presente tan sólo se tiene entre las manos la densidad de la
noche, la frontera o el abismo del dolor, desde la referencia bíblica señalada, cabe vislumbrar
destellos de luz, y en todo caso afianzar la esperanza, como aconseja el salmista: “Espera en el
Señor, sé valiente, espera en el Señor”.
No se puede establecer que las cosas sean como son , y elevar a norma lo que puede ser
efecto de contingencia, fragilidad o egoísmo. Sin embargo, Dios no abandona nunca la obra
de sus manos, y aun en las peores circunstancias, sabe ofrecer al ser humano la posibilidad de
encontrar un sentido positivo en su vida.
A la hora de hacer un proyecto de vida y de plantear un seguimiento evangélico en este
tiempo de Cuaresma, no se debe presuponer la contingencia humana como norma; no obstante,
a medida que va desarrollándose el programa, ayuda mucho a tener paciencia y a esperar
resultados imprevistos y hasta superiores al deseo contar con que Dios interviene en la historia
no de una forma fatal ni manipuladora, sino abriendo todo acontecimiento a una experiencia
de gracia. En este caso, la Pascua del Señor será una realidad. Te lo deseo.
C ARTA DE C UARESMA , 2013