1
E L SEPARADOR
1 º D OMINGO DE C UARESMA (L C 4, 1-13)
17 DE FEBRERO DE 2013
El miércoles pasado empezábamos la Cuaresma con la imposición de la ceniza y la
llamada a la conversión. El domingo primero de este tiempo de gracia el Evangelio nos
presenta a Jesús que es tentado por el diablo. La Biblia tiene varios nombres para este
personaje, pero en todos subyace el mismo cometido de su misión: el que separa, el que
arranca; diablo, dia-bolus: el que divide. El demonio –en medio de mundo que lo ignora y lo
frivoliza– está más presente que nunca en los miedos, en los dramas, en las mentiras y en
los vacíos del hombre postmoderno, aparentemente desenfadado, juguetón y divertido.
Con Jesús, como con todos, el diablo tratará de hacerle una única tentación, aunque
con diversos matices: romper la comunión con el Padre Dios. Para este fin, todos los me-
dios serán aptos, desde citar la misma Biblia hasta disfrazarse de ángel de luz. Las tres ten-
taciones de Jesús son un ejemplo actualísimo: desde tu hambre, convierte las piedras en
pan; desde tus aspiraciones, hazte dueño de todo; desde tu condición de hijo de Dios, pon
a prueba su protección. Dicho de otro modo: el dia-bolus tratará de conducir a Jesús por un
camino en el que Dios o es banal y superfluo, o es inútil y pernicioso.
Prescindir de Dios porque yo reduzco mis necesidades a un pan que yo mismo
puedo fabricarme, cual si fuera mi propia hada mágica (1ª tentación). Prescindir de Dios
modificando su plan sobre mí, incluyendo aspiraciones de dominio que no tienen que ver
con la misión que Él me confió (2ª tentación). Prescindir de Dios banalizando su
providencia, haciéndola capricho o divertimento (3ª tentación). Esto resulta actual si vamos
traduciendo con nombres y color, cuáles son las tentaciones ¡reales! que a cada uno y a
todos juntos, nos separan de Dios, y por tanto de los demás. La tentación del dios-tener (en
todas sus manifestaciones de preocupación por el dinero, por la acumulación, por las
“devociones” de lotos y azares, por el consumo crudo y duro). La tentación del dios-poder
(con toda la gama de pretensiones trepadoras, que confunden el servicio a los demás con
el servirse de los demás, para los propios intereses y controles). La tentación del dios-
placer (con tantas, tan desdichadas y sobre todo tan deshumanizadoras formas de practicar
el hedonismo, tratando de censurar inútilmente nuestra limitación y finitud).
¿Quién duda de que hay mil diablos, que nos encantan y seducen desde el chantaje
de sus condiciones, y poniéndonoslo fácil y atractivo, nos separan de Dios de los demás y
de nosotros mismos? Jesús venció al diablo. La cuaresma es un tiempo para volvernos al
Señor volviendo a unir todo cuanto el tentador ha separado entre Dios y nosotros, entre
nosotros y los hermanos, entre nosotros y nosotros mismos.
Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo