Ciclo C: I Domingo de Cuaresma
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
Lo más importante del evangelio de este primer domingo de Cuaresma (Lc 4, 1-
13), no son la tentaciones de Jesús sino su decisión de iniciar su ministerio de
Mesías. Eso y el Espíritu Santo, que lo acompañó y lo sostuvo en el desierto y lo
guió después (Lc 4,1. 14). Ciertamente los sinópticos, sobre todo Mateo (4, 1-11) y
Lucas, nos hablan largo y tendido de cómo el diablo tentó a Jesús en el desierto
durante cuarenta días, de cuáles fueron las tentaciones y de cómo, acudiendo a la
Palabra de Dios, salió airoso y triunfador. La situación es tan tensa, la astucia del
tentador es tan grande y las tentaciones que le pone a Jesús son tan parecidas a
las nuestras, -placer, poder y parecer o fama- , que nos dejamos atrapar por el
relato, y no vemos más allá. Ni la intención última del tentador ni el resultado
último de la tentación: apartarnos de Dios, cuando no volvernos contra Él.
En el caso de Jesús lo que el tentador busca, no es tanto hacerle caer en una u otra
cosa, sino en desviarlo de su misión, hacer que deje o desnaturalice su Plan de
Mesías, Plan que ha venido a orar, reflexionar y decidir con su Padre en el desierto;
hacer que acepte la lógica y el estilo de vida del mundo y no los de Dios. No pudo
lograrlo, como sí lo pudo con nuestros buenos padres Adán y Eva, cuando comieron
del fruto prohibido. Lo malo no estuvo entonces en eso sino en lo que eso
implicaba: prescindir de Dios y querer suplantarlo, siendo como Dios. Que es lo
que, a menor escala, nos pasa a nosotros cuando caemos en la tentación. Para el
espíritu del mal lo que cuenta no es tanto el que caigamos en un pecado u otro,
sino el que en cada caída vamos dando un paso hacia fuera del camino de Dios.
“No nos dejes caer en la tentaci￳n…”, nos ense￱￳ a rezar Jesús en el padrenuestro.
En nuestra carrera hacia Dios en el camino de la perfección, tenemos que mirar
siempre las tentaciones como un reto a vencer, como un posible triunfo trofeo para
Dios y para nosotros mismos. A veces nos preguntamos ¿por qué cuando me
propongo ser mejor, arrecian las tentaciones y se me complican las cosas?
Simplemente, porque el diablo se alarma cada vez que alguien se propone ser
bueno de verdad. Al diablo no le preocup￳ Jesús ni en su “vida oculta” (30 años) ni
en su salida al Jordán. Le preocupó sí, cuando llegó al desierto para salir y actuar
como el Mesías. Que es lo que le fue preocupando cada vez más (Lc 4, 13)
Los 40 días de Jesús en el desierto, superando todos los problemas, son un eco de
los 40 años de su pueblo Israel por el desierto, que lo llevaron a la Tierra
Prometida. A Jesús lo llevarán al triunfo de su Resurrección, gracias al Espíritu de
Dios. Para nosotros deben ser un recordatorio y un estímulo en el camino que
habremos de recorrer para realizarnos como personas, ser santos y actuar
positivamente entre los nuestros y en la sociedad. Como a atletas de Cristo, la
cuaresma nos invita a ponernos en forma…
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)