Ciclo C: I Domingo de Cuaresma
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Con la imposición de la ceniza, símbolo de conversión y de humildad, iniciamos el
tiempo de Cuaresma. La Iglesia nos propone cuarenta días de intensificación
cristiana y así prepararnos adecuadamente a la celebración de la pasión, muerte y
resurrección en Semana Santa.
La liturgia de la palabra de este primer domingo, concretamente el Evangelio, nos
describe las tentaciones de Jesús en el desierto. Los creyentes a lo largo de la vida,
nos vemos asaltados por la tentación. Con ella, Dios pretende probar nuestra
fidelidad.
La primera tentación, a la que debemos estar alerta y superar, es creer en el tener
más que en el ser. La sociedad consumista nos envuelve de tal manera que
podemos pensar que la felicidad y la proyección de nuestros objetivos giran en
torno a satisfacer nuestras necesidades materiales. Las cosas, por sí solas, no
favorecen el sentido auténtico de la vida, Dios es el origen, la fuente y la meta de la
verdadera vida. Cristo, al superar esta primera tentación, nos invita a la solidaridad
y a la fraternidad.
La segunda surge al confundir la fe con una comprobación evidente. Pedimos que
Dios se nos manifieste con signos deslumbrantes. Pretendemos creer porque
vemos, no porque nos fiamos de Dios mismo. Buena oportunidad a la luz de el
ejemplo de Jesucristo para descubrir que la gracia del Señor nos acompaña
siempre, en los momentos de gozo y de dolor, de entusiasmo y pesimismo, de
ansiedad y de paz. La grandeza de nuestra relación con Dios estriba en reconocerlo
en las cosas sencillas, en nuestro diario vivir.
La tercera gira en torno al dominio y poder. Es legítimo y necesario aspirar y
reconocer la autoridad para mantener el orden en nuestra sociedad y todos
estamos comprometidos a ejercerla en nuestras propias relaciones humanas y en el
ambiente donde nos desenvolvemos. Jesús, al superar esta tentación, nos exhorta
a utilizar los medios adecuados para alcanzar el poder y a llevarlo a cabo con
espíritu de servicio y amor.
En el mundo en que vivimos nadie está libre de sufrir estas tentaciones. Como nos
sugiere el tiempo de la Cuaresma deberemos estar atentos, vigilantes y en proceso
permanente de conversión. Perseverar en el camino del Señor desde la fidelidad
nos garantiza comprender el misterio cuaresmal como proyección a vivir con
esperanza el misterio pascual.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)