I M IÉRCOLES DE C UARESMA
(Jonás 3, 1-10; Sal 50; Lucas 11, 29-32)
L ECTURA
“Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala
vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la
catástrofe con que habla amenazado a Nínive, y
no la ejecutó” (Jonás 3, 9-10).
“Cuando sea juzgada esta generación, los
hombres de Nínive se alzarán y harán que los
condenen; porque ellos se convirtieron con la
predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más
que Jonás” (Lc 11, 31-32).
Via Crucis, VIII Estación
C OMENTARIO
Dos pueden ser los puntos de nuestra consideración. El primero, respecto a la
primera lectura, si es posible que Dios, el inmutable, cambie de parecer y de actitud en
la relación que desea mantener con su pueblo según la conducta que éste tenga. El
segundo, por el Evangelio que se proclama, si ante el testimonio de la ciudad de Nínive,
como señala Jesús, seremos duros de corazón o sentiremos sonrojo por nuestros pecados
y nos convertiremos al Señor.
Dios mantiene su Palabra, no se retracta de lo que ha prometido, aun en daño
propio; no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y que viva. Estos
principios demuestran la identidad de un Dios lento a la ira y rico en clemencia. ¿En qué
consiste, entonces, la amenaza del profeta?
El modo de vida, que no se ajusta a la ley natural, destruye, y lo que el profeta
proclama es el futuro que le espera a una comunidad que se pervierte. Jonás, enviado
por Dios misericordioso, predica para que la ciudad no sucumba en su inmoralidad.
Porque Dios no es indiferente, sino que desea el corazón quebrantado y humillado para
que el ser humano experimente la alegría de la gracia.
Jesús apela al ejemplo de los ninivitas con el mismo deseo de conmover a sus
contemporáneos para que se conviertan. Nosotros tenemos no solo la predicación de los
profetas, sino el testimonio de Cristo, que ha sido capaz de morir para ofrecernos el
perdón.
Pocos argumentos son más contundentes que el que Jesús revela a Nicodemo:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en
él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo
para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3, 16-17).
P UNTO DE REFLEXIÓN
¿Sientes la llamada a la conversión? ¿Cuál es el motivo que más te mueve a
volver al Señor? ¿El miedo? ¿El amor? ¿El agradecimiento?