I Domingo de Cuaresma, Ciclo C
“Fue tentado por el diablo”
Luego de ser bautizado por Juan en las aguas del Jordán, el Señor fue llevado al
desierto por el Espíritu Santo. Allí permanecería cuarenta días en soledad, oración y
estricto ayuno. De este modo quiso el Señor prepararse para dar inicio a su vida
pública, para anunciar el Evangelio a todos los hombres, para fundar Su Iglesia y
llevar a cabo la reconciliación de la humanidad mediante su muerte en cruz y
resurrección.
El pasaje evangélico de este Domingo nos recuerda que tenemos un enemigo
invisible, espiritual, que busca apartarnos de Dios, que por envidia busca destruir la
obra de Dios que somos cada uno de nosotros. El Papa Pablo VI decía al respecto
que “el mal que existe en el mundo es el resultado de la intervenci￳n en nosotros y
en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el Demonio. El mal no es ya
s￳lo una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor”.
Ante esta realidad, el mayor triunfo del demonio es hacernos pensar que no existe.
Quien en la vida cotidiana olvida o desprecia esta presencia activa y actuante, se
parece a un soldado que en medio de la batalla “se olvida” que tiene un enemigo:
rápidamente será aniquilado. Por ello San Pedro nos invita a estar alertas, pues “su
adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar” (1Pe
5,8-9). El olvido, la inconsciencia, el no creer en la existencia del demonio y su
acción en nuestras vidas lleva a bajar la guardia en la lucha. Quien se descuida,
será sorprendido como lo es el velador que en su puesto de vigilancia se queda
dormido y no advierte la llegada del ladrón que sigiloso se acerca para tomar por
asalto la ciudad.
Como lo intentó con el Señor Jesús, el Diablo busca apartarnos también a nosotros
de Dios y de nuestra felicidad. Para ello utiliza la tentación, que es una sugerencia a
obrar de un modo contrario a lo que Dios enseña. Sólo puede sugerir, nunca podrá
obligarnos, o mover nuestra voluntad en contra de nuestra libertad.
Para lograr convencernos de obrar el mal, el Demonio miente y engaña (ver Jn
8,44). Nunca te va a presentar el mal objetivo como algo que es malo para ti,
nunca te va a decir: “esto que te propongo te va a hacer da￱o, te va a hacer infeliz,
te va a llevar a tu ruina”. ᄀTodo lo contrario! Te presentará como muy bueno para
ti, como algo “excelente para lograr sabiduría” (Cfr. Gén 3,6), como algo que te
traerá la felicidad, lo que objetivamente es un mal y te llevará a la muerte espiritual
(Cfr. Gén 3,3). El Demonio es muy astuto, tiene la habilidad de envolvernos en la
confusión y engañarnos de tal manera que terminamos viendo en un poco de agua
sucia y envenenada el agua más pura del mundo.
Para que su tentación tenga acogida busca hacerte desconfiar de Dios y de la
bondad de su Plan para contigo, pues mientras te aferres a la palabra y consejo
divino tal como lo hizo el Señor Jesús en el desierto, no podrá vencerte. ¡Cuántas
veces el Demonio te sugiere que Dios en realidad no quiere tu bien (Cfr. Gén 3,2-
5), que es un egoísta, que no te escucha, que seguir su Plan es renunciar a tu
propia felicidad, condenarte a una vida oscura, triste e infeliz! Y una vez que
siembra en ti esa desconfianza en Dios y en sus amorosos designios para contigo,
él mismo se presenta como aquel que es digno de ser creído, y su tentación como
“la verdad” que conduce a tu felicidad, a tu realizaci￳n, a tu vida plena: “ᄀserás
como dios!”
Conscientes de la existencia y acción del Demonio en nuestras vidas lo primero que
debemos hacer es estar vigilantes, alertas, atentos, para no dejarnos sorprender
por el enemigo, por sus seducciones disfrazadas de miles de formas bellas para
atrapar a los incautos. Como dice San Pablo, Satanás incluso se disfraza de “ángel
de la luz” (2Cor 11,2). San Agustín nos ense￱a que “Nuestra vida, en efecto,
mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones; pues
nuestro progreso se realiza por medio de la tentación y nadie puede conocerse a sí
mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si
no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones… ﾿Te fijas en
que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció la tentación? Reconócete a ti
mismo tentado en él, y reconócete también a ti mismo victorioso en él. Hubiera
podido impedir la acción tentadora del diablo; pero entonces tú, que estás sujeto a
la tentaci￳n, no hubieras aprendido de Él a vencerla”.
Invoquemos la ayuda maternal de María santísima para el camino cuaresmal que
acaba de comenzar, a fin de que abunde en frutos de conversión.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)