Ciclo C: I Domingo de Cuaresma
Alfonso Berrade, C.M.
La Cuaresma no es vivir tristes
Se creía, y aún siguen creyendo algunos, que la cuaresma es un tiempo largo de
tristeza, mortificación y cara larga. De ahí que la gente cristiana se inventó “los
carnavales como una cana al aire” antes de entrar en tiempo de lamentos por
cuarenta días. Ante el esfuerzo de conversión y cambio de vida cuaresmal, se podía
echar unos pecados carnavaleros más al costal de los demás pecados, ya que de
todo se iba uno a arrepentir durante el tiempo penitencial.
Vemos ahora que se ha avanzado mucho en la comprensión de los tiempos
litúrgicos. Todos los actos religiosos del año giran en torno a celebraciones
centrales de los misterios de la Encarnación del Hijo de Dios y en torno a la muerte
y resurrección de Jesús. Para celebrar esas grandes fiestas debemos prepararnos.
De este modo la Iglesia nos presenta este tiempo de cuaresma como preparación
de la celebración del fundamento de la fe: La Pasión, Muerte y Resurrección de
Jesús.
Cuando estamos preparando una fiesta tan gratificante ¿Podemos estar tristes o
anunciando nubarrones amenazadores para nuestra vida? No y no. Tenemos los
ojos puestos en ese día grandioso en que saltaremos de gozo porque Cristo
resucitó. Al resucitar, nos dio la vida para siempre, pagó por nuestros pecados y
nos grita que no tengamos miedo porque El ha venido a curar y salvar, no a
condenar. Quien al hablar de Cristo, cree que debe tener siempre en mente el
peligro de la condenación, no ha entendido lo que es la fe, no confía en el amor
misericordioso de Dios.
¿Y por qué se nos habla tanto de penitencia en cuaresma? Primero porque tal vez
hemos exagerado demasiado el miedo a Dios, juez justo y condenador. Segundo
porque hemos celebrado más fuertemente la pasión y muerte de Cristo que la
Resurrección. Así parece un tanto extraño que miremos nuestro caminar hacia la
muerte de Cristo y estemos pensando en alegrías. Recuerdo cuando era niño se
celebraba la resurrección de Cristo el sábado en la mañana, con una celebración
anodina y sin esplendor. Las grandes celebraciones eran los días Jueves y Viernes
Santo.
Pero ¡ojo! la penitencia tiene sentido y lugar importante en nuestra vida cristiana.
Primero porque el fundamento de la vida cristiana es el amor. El amor me lleva a
privarme de cosas con las que poder ayudar al necesitado. Me privo de comidas
caras o de pequeños caprichos para así poder ayudar con ese ahorro a un anciano.
Segundo, la vida cristiana a veces te lleva a sufrir como Cristo sufrió. La
mortificación nos ayuda a prepararnos a poder dar testimonio de la fe y la
esperanza aún a costa de nuestra vida. La penitencia es un auténtico
entrenamiento para caminar por la vida. Amor y entrenamiento nos marca el cruce
del cielo y la tierra.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)