II DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C
VIVAC EN LA MONTAÑA, CONVIVENCIA AMICAL Y TEOFANÍA
Padre Pedrojosé Ynaraja
El relato evangélico de la misa de hoy, no dice explícitamente donde ocurrió la Transfiguración,
ahora bien, cuando uno está en la llanura de Esdrelón, decir montaña, significa Tabor. En
realidad es un cerro de poco más de 400m, pero su graciosa situación y la forma alargada de
su cima, han llamado la atención del hombre desde la prehistoria, que ha dejado señales de
sus cultos religiosos. Si la llanura resulta ser un rico granero para Israel, el monte está poblado
de encinas, sin descartar los pinos que lo invaden todo. A las primeras es a los que me quiero
referir anecdóticamente. Supe desde mi primera visita, que se trataba de una especie peculiar y
me fijé en ellas. Como no soy botánico, me parecieron iguales a las de otros sitios. Tuve más
tarde la ilusión de traerme bellotas para plantarlas, pero no logré que germinaran. Tras varios
intentos, el P. Barcena, buen amigo y franciscano, me envió unas cuantas envueltas en papel
húmedo y aisladas. Estas sí que germinaron. Ahora tengo unos cuantos ejemplares que he
empezado a regalar. Por si a alguien de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, le pica la
curiosidad, le diré que su nombre científico es: quercus ithaburensis. Bajo un árbol de esta
especie, ofreció Abraham un sacrificio a Dios, en Moré, junto a Siquen. Fue la primera
respuesta del hombre ante la noticia de que la Divinidad es Dios, un Ser personal y
comunicable. Empezaba la historia de la Salvación que había sido anunciada anteriormente.
Pese a que mis ejemplares no superen el palmo de altura, los cuido con mimo y los contemplo
con admiración y cierta reverencia. Os advierto que, pese a lo que podáis leer en alguna guía,
no se trata de robles. La encina era considerada árbol sagrado y es propia de la cuenca
mediterránea, la única capaz de resistir.
Siempre he subido en vehículo. La carretera serpentea y conducir es un placer y un enigma. No
sabes que podrás hacer, en caso de que te cruces con otro coche. A mí nunca me ha ocurrido.
La visión se extiende desde la alta, a la baja Galilea. Se divisa el Carmelo y se distingue
Nazaret. Santa María seguramente nunca subió, pero cuando le contaron lo sucedido, estoy
seguro de que miraría a oriente y viéndola, soñaría ilusionada lo ocurrido.
Jesús y sus amigos que un día subieron a la cima, se sentirían, pues, en su casa. Tan a gusto
estaban, que ni se preocuparon de construir unas cabañas, como era norma de la vida al aire
libre en aquellos días. El Señor, según costumbre, se entregó a la oración. Los tres amigos
íntimos, se dejaron dominar por el sueño y se durmieron plácidamente. Hacer vivac es
fabuloso, el único inconveniente es que pronto el alba te despierta. En este caso no fueron los
rayos del sol los que interrumpieron su descanso, fue el espectáculo que presenciaban. Estaba
el Maestro hablando con Moisés y Elías. Eran ellos personajes fundamentales para la historia y
el saber judío. Algo así como en nuestra cultura profana, dijéramos que conversaba con
Einstein y Newton o Pasteur. Primero fue el asombro, una asamblea de tal categoría era
impensable que se la pudieran imaginar. Simultáneamente les fascino el aspecto que tenían.
Los tres vestían de luz, resplandecían espectacularmente. Su conversación versaba sobre
próximos acontecimientos notorios y adversos, que debían ocurrir en Jerusalén y en los que
Jesús estaría implicado. No entendieron el sentido de la plática, pero recordaron el tema.
Al bueno de Pedro, no se le ocurrió otra cosa que reconocer su imprevisión y de inmediato
sugirió que podía levantar tres chozas. Reacción propia de hombre espabilado y generoso. No
hubo tiempo para la respuesta, una nube los envolvió y escucharon entonces una voz que les
especificaba: se trata de mi Hijo único, el escogido, el mimado, no dejéis de atenderle y hacer
caso de lo que os diga.
No pidieron que la voz se identificase. Lo que les rodeaba, lo que sentían, (imagino que, como
a los de Emaús les ardería el corazón), quienes estaban presentes, evidenciaban que se
trataba de Dios-Padre. No necesitaban pruebas, no hay mayor saber que el que proporciona la
experiencia.
No olvidéis, mis queridos jóvenes lectores que, sin despreciar argumentos, lo importante es
tener y reconocer, experiencia de Dios, de su bondad, de su Amor. De sobras sabéis que
análisis y declaraciones, en boca de expertos políticos o astutos comerciantes, pueden
confundiros y manipularos. Dios puede ser enigmático, pero nunca engaña.
Se dieron cuenta de que habían sido depositarios de una confidencia divina, a la que de
momento no debían dar publicidad, llegaría el día que comprobarían que se habían cumplido
aquellas previsiones escuchadas y el recuerdo reafirmaría su Fe. Pese al hecho portentoso
visto, no fueron capaces de serle fiel al Señor a la hora de la prueba, pero no por ello fueron
expulsados. De dos de ellos, Pedro y Juan, nos cuentan en otro lugar que le siguieron de lejos,
no le abandonaron del todo. Donde estuvo Andrés durante la pasión, lo ignoramos, pero
sabemos que le fue testimonio, muriendo también en una cruz.
Como no os será posible pasearos por el encinar del Tabor, como he podido hacer yo, os
sugiero que vayáis a cualquier bosque, cerréis los ojos y pidáis a Dios la gracia de una
iluminación personal que os estimule. Como siempre os digo, junto al Sagrario, esta noche
mismo pediré: a mis queridos jóvenes lectores, ¡buenas noches les des Dios!