II M IÉRCOLES DE C UARESMA
(Jr 18, 18-20; Sal 30; Mt 20, 17-28)
L ECTURA
“Señor, hazme caso, oye cómo me acusan.
¿Es que se paga el bien con mal, que han
cavado una fosa para mí?” (Jr 18, 19)
-«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el
Hijo del hombre va a ser entregado a los
sumos sacerdotes y a los escribas, y lo
condenarán a muerte y lo entregarán a los
gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y
lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.» (Mt
20, 18-19)
I Estación, Via Crucis
C OMENTARIO
Hay momentos en la vida en los que es tan fuerte el sentimiento de dolor, que se
impone la necesidad de expresar las circunstancias adversas que lo originan. El profeta
clama al cielo al verse acosado. Jesús desvela a los suyos el dolor del alma, aunque, al
mismo tiempo, anticipa el sentido pascual de su vida.
Es importante y luminoso saber comprender el camino de la existencia en clave
pascual, y si es verdad que por muchos motivos se puede estar viviendo la intemperie
del sufrimiento, el desamor o la infidelidad, nada se escapa de la posibilidad teologal y
de interpretar el ascenso hacia el monte de la cruz como una penúltima etapa, porque
siempre permanece el horizonte de la resurrección y de la luz.
Nuestra condición humana, absolutiza ante un presente aciago, el momento
negativo y violentando nuestro interior, nos hace sentir la impotencia, el miedo y la
rebeldía. Por fe, cabe esperar, tener paciencia, vislumbrar la extraña paradoja de
presentir vida donde hay despojo, sabiduría cuando hay dolor, fortaleza en medio de la
debilidad.
Jesús, al anticipar a sus discípulos el itinerario completo que tendrá que recorrer -
ser condenado, padecer la muerte y resucitar-, nos señala la dirección del camino para
que no perezcamos sin esperanza en la hora recia de la prueba.
¡Tantas veces, sin que sea por motivos dramáticos, se tiene la experiencia de que
aquello que parecía insoportable, a la hora de tenerlo que pasar, se hace llevadero!
Cuanto más si el Maestro anticipa la hoja de ruta para que no nos alarmemos.
P UNTOS DE REFLEXIÓN
Ante el dolor, la prueba o el sufrimiento, ¿te quedas paralizado y hundido, o llegas
a descubrir el posible sentido trascendente de la contrariedad?
¿En tiempos de inclemencia, acudes a la oración, como Jeremías? ¿Tienes con
quién desahogar el alma, como Jesús?