Comentario al evangelio del Miércoles 27 de Febrero del 2013
Queridos amigos y amigas:
El evangelio de hoy me gusta especialmente. No sólo porque presenta a Jesús como el servidor que
camina resueltamente hacia Jerusalén, sino también porque dibuja un retrato robot de su comunidad de
discípulos. La tradición sinóptica nos ha legado una joya que a lo mejor hoy no hubiera pasado la
censura eclesial. Es bueno saber que en el entorno de Jesús había algunos con ambiciones de carrera y
otros con una envidia mal disimulada. O sea, que aquel grupo primero no se diferenciaba mucho de los
grupos humanos y eclesiales de hoy. Podemos detenernos en las actitudes que se dibujan.
La primera es la actitud del que quiere sacar partido de la proximidad a Jesús. ¿Podemos hacer del
evangelio una excusa para nuestra promoción personal? ¡Podemos! Por desgracia, el carrerismo en
todas sus manifestaciones no es un mal ausente de la Iglesia. A veces, reviste formas ridículamente
infantiles. Otras, se pierde por los entresijos del reconocimiento social, del poder sobre las conciencias,
y hasta del lucro económico.
La segunda actitud se parece mucho al resentimiento. Cuando uno se enfada es porque, en el fondo,
está en una onda muy semejante a aquella que le ha provocado la irritación. Si los diez discípulos
restantes hubieran estado identificados con el Maestro Jesús, habrían sentido compasión de Santiago.
¡Qué pena que se pierdan la alegría del Reino simplemente por querer subir al podio! Pero no. Lo que
sienten es rabia. También ellos aspiraban a lo mismo y en parece que en el podio sólo hay dos puestos:
uno a la derecha y otro a la izquierda. Nada de enchufes. Que se proceda por méritos.
Jesús debió de sentirse un poco frustrado. El final era inminente y los suyos estaban todavía en las
primeras lecciones del manual del seguidor. En el relato de Mateo, sin embargo, no aparece ninguna
reacción airada por su parte. Apela pacientemente a su experiencia. Hay una pregunta (¿Sois capaces
de?") y una conexión con su mundo de experiencia ("Sabéis que los jefes de los pueblos"). Se dirige al
adulto que llevan dentro, no al niño caprichoso que muestran sus conductas. Y estimula su libertad: "El
que quiera ser").
Apelar a la inteligencia y estimular la libertad me sigue em mejor camino para entender lo que el
Maestro quiere transmitirnos.
Vuestro amigo:
Fernando González
Fernando González