Religión nueva
Las estadísticas nos hablan de gentes que dejan su religión, o pierden su fe. A pulmón
abierto diría que no se pierde lo que nunca se ha tenido. Para entendernos, en lugar de
hablar de pérdida de la religión, sería mejor hablar del cambio completo de la religión,
de la novedad en la vivencia de la fe, del compromiso fehaciente de la coherencia y -
por qué no - de la transformación de nuestras instituciones eclesiales.
La liturgia hoy se ajusta a un molde que rompe esquemas y abre horizontes: La
novedad. El Segundo Isaías nos habla de un camino abierto en el desierto que niega la
posibilidad de volver atrás en el que va brotando a ritmo de danza, la nueva liturgia, el
canto al Dios que hace siempre “nuevas todas las cosas”. Y añade: “Abran los ojos”
para que alcancen a contemplar las maravillas que realiza el Señor.
Pablo, cual deportista marcado por la excelencia, asume la caminada de la fe cual
competencia deportiva en los estadios. Se corre “olvidándose” de lo queda atrás, se
corre no parando, se corre con la mirada puesta en la meta y buscando el primer lugar,
“lanzándose a lo que está por delante”. Ha sido “tocado” por Cristo y su fuerza no tiene
límites. Su fe es su victoria, pero también es su desafío.
Cristo rompe los esquemas legales y se lanza a la novedad del ser humano reivindicado,
perdonado, sanado. “Dios no soporta lo nuevo, lo quiere”. Es parámetro indiscutible de
la fe, de una religión que no se compadece con el pasado, menos con lo ritual, sino, -
¡qué maravilla! - que lo asume como carácter indisoluble de su credibilidad. El creyente
vale si crea, es decir, si en verdad cree.
Cochabamba 17.03.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com