COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2013)
3 de marzo de 2013 – 3º domingo de Cuaresma
Evangelio según San Lucas 13,1-9 (ciclo C)
En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el
caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas
de sus sacrificios. Él les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos
sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro
que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.
¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la
torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la
misma manera". Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una
higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo
entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta
higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'. Pero él
respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor
de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la
cortarás'".
Dios da sentido a nuestra vida
Las palabras del Señor nos enseñan que, en primer lugar, todos tenemos
dificultades, problemas, dramas, tragedias; pero estos sufrimientos algunas
veces se pueden evitar, pero otras tantas veces no son evitables porque
suceden, acontecen. Es allí cuando uno se pregunta “¿por qué a mí?”: “¿por
qué a mí tal enfermedad, tal problema?; ¿por qué a mí, que soy tan bueno,
que hago esto, que hice lo otro, que siempre fui fiel?
Queridos hermanos, Dios nunca nos quita el sufrimiento; lo que Dios da es
sentido al sufrimiento. Dios Padre, en su amor infinito, no le quitó el
sufrimiento a su Hijo Jesucristo al morir en la cruz. Pero en esa cruz, en ese
acto de amor, nos dio sentido a todo, nos consiguió la salvación.
Por lo tanto, no perdamos el tiempo preguntando “¿por qué a mí?” o “¿por
qué me toca esto?”; digamos más bien “¿qué cosas puedo ofrecer?, ¿qué
cosas el Señor me está indicando, sugiriendo, enseñando?, ¿qué cosas
puedo ofrecer para el bien de la Iglesia y de los demás?”
En segundo lugar, toda nuestra vida tiene que dar frutos, ¡tenemos que dar
frutos! Tenemos una vocación, una misión; tenemos que desarrollar un
trabajo espiritual y a veces, por nuestras perezas o por nuestros egoísmos o
por nuestros pecados, no hacemos lo que tenemos que hacer.
 
Debemos darnos cuenta que el árbol tiene raíces profundas, sí, pero tiene
que dar frutos también. Nuestra vida tiene que tener raíces profundas y
también dar frutos. Y a veces no damos frutos porque nos desenganchamos
de las raíces, porque perdemos la formación, porque no estamos atentos a
la continuidad de nuestro desarrollo humano, psíquico, espiritual, moral,
ético, de responsabilidad. A veces, entonces, nos desenganchamos;
hacemos un “clic” negativo.
En su mensaje de Cuaresma, al hablar de la fe y la caridad, el Papa dice
que la fe es un don de Dios y un conocimiento, y la caridad es vivir la
verdad del amor. Por la fe sabemos que Dios nos ama, pero por la caridad
tenemos que aprender a saber amarlo a Él y saber amar a nuestros
hermanos. Si un árbol no da frutos, es un árbol infecundo. Si nosotros nos
quedamos solamente en la fe y no vivimos en la caridad, no damos los
frutos correspondientes. Y luego, la paciencia que Dios nos tiene, ¡pero no
abusemos de ella!
Que en esta Cuaresma especialísima recemos por el futuro Santo Padre, y
que vivamos este momento de conversión.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén