Ciclo C: III Domingo de Cuaresma
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
¿Página de un periódico sensacionalista?, es lo que parece el evangelio de este
domingo (Lc 13, 1-9), por los dos trágicos acontecimientos que relata: la matanza
por los romanos y en el mismo templo de unos peregrinos galileos, y la muerte
inesperada de 18 judíos, aplastados por la caída de la llamada Torre de Siloé,
mientras probablemente descansaban a su sombra. ¿Castigo de Dios? Tal era la
creencia popular en el caso de muertes súbitas y violentas. Castigo por los pecados
personales. Lamentablemente, tal sigue siendo aún hoy para muchos la creencia
ante los desastres naturales (terremotos, tsunamis, etc.) y otros (derrumbes,
ajustes de cuentas, etc.). Ante la gente que acusa y condena, el comentario de
Jesús es terminante y aleccionador. Al final, sus enseñanzas van a concretarse en lo
que el evangelio llama la parábola de la higuera que no da frutos (Lc 13, 6-9).
Veamos antes algunas de esas enseñanzas.
Ante todo que Dios no castiga en esta vida. ¿¡Castigo, por qué!?, viene a decir
Jesús. Muy probablemente ustedes son más pecadores que ellos y aquí están…
Hasta suena molesto: ¡cómo se les puede ocurrir que Dios sea castigador y
vengador de los hombres en esta vida! Va contra la esencia de lo que Dios es y la
Escritura dice: que es compasivo y misericordioso (2 Cr 30,9; Sal 103, 8-10); que
no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva (Ez 18,23). Desde su
propia experiencia, pudo haberles añadido: cuando Dios quiso castigar al hombre,
envió a su propio Hijo, hecho hombre en mí, a quien hizo maldición por nosotros
(Gal 3,13). Puede ciertamente enviarnos algunas pruebas a modo de llamadas de
atención y de retos o desafíos, pero nunca castigos que acaben con nosotros (Mt
13, 28-30).
Aprender a leer las cosas que nos pasan y sacar conclusiones para nuestra vida, es
la otra buena enseñanza que nos da Jesús. Enseñanza práctica, pues nos la da a
partir de los acontecimientos que tienen conmocionada a la gente. Primero en el
plano existencial (social, político, laboral) de sus vidas. Estén alertas, les dice,
cambien, pues si no ustedes acabarán como ellos. Luego, en el plano religioso y
escatológico (la otra vida), que es el que más le interesa a Jesús, su llamada de
atención es repetitiva y apremiante. Todos los hombres estamos sujetos a la
muerte y al juicio ulterior, a no ser que nos arrepintamos. Aprovechemos el tiempo
que Dios nos da para hacer obras buenas y para arrepentirnos.
Tal es el contexto de la parábola de la higuera estéril, con la que Lucas termina el
relato. Por favor, léanla, pues es hermosa y decidora. Veamos estas tres cosas: 1.
Ustedes y yo somos esa higuera, de la que Dios y la gente tienen derecho a esperar
frutos… 2. Se nos venció el plazo y no podemos seguir ocupando el sitio
inútilmente, o sólo para lucir nuestro ramaje. 3. Hay alguien (Jesucristo, la iglesia,
la abuelita rezadora), que abogan por nosotros, para que se nos dé una nueva
oportunidad…
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)