Ciclo C: III Domingo de Cuaresma
Alfonso Berrade, C.M.
No sé si soy jardín o jardinero
Muchas veces he quedado impresionado por las responsabilidades tan grandes que
pesaban sobre las espaldas de Moisés. Eso de llevar adelante la liberación de un
pueblo protestón y quejumbroso era para desalentar a cualquiera. Pero Moisés
siguió y siguió hasta ver la tierra prometida a la que no pudo entrar él, pero sí el
pueblo.
Al mirar estos ejemplos grandiosos de liderazgo y valentía de los héroes nos puede
causar desaliento y podemos creer que a nosotros no nos atañe la misión de animar
a otros y aventurarnos a ir por el mundo cantando la gloria de Dios. Nos vemos
pequeños, pero no hay que desalentarse. El gran te￳logo Congar nos dice: “Es hora
de que dejemos de pensar que sólo los grandes personajes de la historia han
recibido una misión; todos estamos llamados a cumplir una tarea concreta en esa
gran epopeya que es la historia de la salvaci￳n”. Podemos ir pensando eso de la
higuera del evangelio de hoy. Cada uno de nosotros somos esa higuera del
evangelio. ¿Soy la higuera que no da fruto o soy el hortelano que no cuida y riega
como conviene a las plantas? Cada es responsable de sí mismo y de muchos otros
más.
Cada uno de nosotros debemos dar fruto porque Jesús nos ha plantado para dar
fruto. Debemos dar fruto independientemente de si los demás den fruto o solo
tienen hojas verdes sin fruto. No nos basta simplemente con no hacer mal. No es
suficiente no cometer pecado, tenemos que dar fruto, tenemos que hacer el bien.
Con demasiada frecuencia sólo nos preocupamos de evitar el pecado, sin pensar
que Dios nos pide frutos. En la vida de la comunidad parroquial falta todavía
despegar fuertemente hacia las alturas del Reino de Dios. No quedarnos en evitar el
pecado. Debemos trasmitir a quienes viven cerca de nosotros la gloria de ser
miembros de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey. El gran apóstol y servidor de los
leprosos, Raúl Follerau nos cuenta: “Tuve un sue￱o. Muerto me presento ante Dios
y le digo todo ufano: Mira mis manos limpias…Dios me mira con infinita compasi￳n
y me dice en tono de reproche paternal, pero enérgico: Sí, hijo mío, manos limpias,
muy limpias…pero vacías. Cuando me desperté me puse a trabajar afanosamente”.
Estamos en Cuaresma y la conversión lleva consigo avivar la conciencia de nuestra
responsabilidad y revisar la fidelidad al encargo que Dios nos ha dado a cada uno.
Que no tengamos que oír de nosotros eso de: “Si no da fruto, c￳rtala”.
Mirada de humildad a nuestra vida para reaccionar con valentía desde dentro de
nosotros mismos. Nadie es minusvalorado en la tarea del reino. No sólo los
intelectuales, los sabios, los poderosos realizan grandes cosas. Los niños, los
sencillos, los que tienen la mirada limpia son quienes son compasivos y
misericordiosos. El ser humano está sediento de misericordia y compasión. Los
grandes santos son nuestros patrones de comportamiento en el seguimiento de
Cristo. Ellos, al final de la vida, tenían la impresión de que podían haber hecho
mucho más. En la cuaresma, hay que poner la mirada en los proyectos de vida para
fomentar la esperanza, y hay que evaluar lo que estamos viviendo para no estar
tres años sin dar futo. O mejoramos como tierra fértil o mejoramos como
hortelanos. Ambas cosas caminan juntas. Otros nos animan a dar fruto, nosotros
cuidamos a los demás para que se realicen como personas. Caminamos juntos
realizando el Plan de Dios para la Comunidad de fe.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)