III S ÁBADO DE C UARESMA
(Os 6, 1-6; Sal 50; Lc 18, 9-14)
L ECTURA
“Vamos a volver al Señor: él, que nos
despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos
vendará. En dos días nos sanará; al tercero nos
resucitará; y viviremos delante de él.
Esforcémonos por conocer al Señor” (Os 6, 1-2)
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se
atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se
golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten
compasión de este pecador." (Lc 18, 9)
C OMENTARIO
¡Cuántas veces el Señor permite que lleguemos a la experiencia del límite, a
saborear el sorbo amargo de nuestra debilidad, fracaso, hasta pecado, para que
volvamos nuestros ojos a su misericordia y experimentemos en propia carne su
compasión!
Puede parecer algo morboso el planteamiento del profeta, al afirmar que nuestras
heridas las curará el mismo que las permitió. Solo los que han sido heridos saben lo que
significa el dolor y la marginalidad que produce sentirse diferente. Durante mucho
tiempo se puede interpretar que las heridas son infortunio y, pasado el tiempo, se llega a
descubrir que gracias a las heridas se ha ensanchado el corazón, además de haber
comprobado en medio del propio dolor, la generosidad y delicadeza de muchas
personas.
No quiero parecer pretencioso, que no cabe jugar con el dolor ajeno, pero cada
vez estoy más seguro de que el Señor no solamente hiere y venda la herida, sino que los
heridos se convierten, en muchas ocasiones, en bálsamo, en antídoto contra la violencia
vanidosa.
J. Vanier escribió sobre “la utilidad de los inútiles”. Gracias a los que son más
débiles, se suscita en el mundo ternura, compasión, solidaridad, y se quiebra la
prepotencia de los que, inconscientes, caminan por la vida como si no conocieran la
vulnerabilidad.
La herida es un don a la luz de Jesucristo. De Él dice el autor sagrado: “Como Él
ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella” (Hb 2,
18).
P UNTOS DE REFLEXIÓN
¿Te sientes herido? ¿Tus dolencias te dejan resentimiento, sabiduría,
comprensión, agradecimiento por cómo te tratan los demás? ¿Te sientes consolado por
Dios? ¿Eres capaz de prestar ayuda a otros desde tu debilidad?