IV D OMINGO DE C UARESMA
(Jos 5, 9a. 10-12; Sal 33; 2 Co 5, 17-21; Lc 15,
1-3. 11-32)
L ECTURA
“El día siguiente a la Pascua, ese mismo día,
comieron del fruto de la tierra: panes ázimos
y espigas fritas.
Cuando comenzaron a comer del fruto de la
tierra, cesó el maná” (Jos 5, 10-11).
“"Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo;
ponedle un anillo en la mano y sandalias en
los pies; traed el ternero cebado y matadlo;
celebremos un banquete, porque este hijo
mío estaba muerto y ha revivido; estaba
perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete.” (Lc 15, 22-24).
C OMENTARIO
Al relacionar la Liturgia de la Palabra dos textos que hablan de comida, el que se
refiere a la entrada en la tierra de la promesa, y el que narra el banquete que da el padre
a su hijo pequeño al volver de nuevo a casa, se pueden interpretar ambas comidas en
clave pascual.
La comida que comen los israelitas, espigas asadas, después de cuarenta años
alimentándose con maná, y el banquete reconciliador, después de haber pasado hambre
y haber sentido necesidad de comer la comida de los cerdos, nos ofrece la resonancia de
la cena de Pascua y del banquete de la Eucaristía.
En tiempo de Cuaresma se nos invita especialmente a salir de la tierra de
esclavitud, a atravesar el Jordán, y a llegar a la tierra fértil, como símbolo de
reconciliación, y por lo mismo se narra la parábola del “Hijo Pr￳digo”. Dos elementos
se unen, el abrazo del perdón y la comida de fiesta; traídos a nuestra vida, se pueden
identificar con el sacramento de la misericordia y con la fracción del pan santo.
La vida sacramental es la mediación histórica para poder vivir personalmente la
experiencia de habitar en la tierra de los hijos de Dios, en la casa familiar, que es la
Iglesia. Quien permanezca sin entrar al banquete se priva de participar en el
ofrecimiento entrañable de Dios.
El salmista canta: “Gustad y ved qué bueno es el Se￱or”. Ambas experiencias
sensoriales las podemos tener a la hora de pedir perdón, en el abrazo reconciliador que
nos da Jesucristo, y en la participación consciente en la mesa santa de la Eucaristía.
P UNTOS DE REFLEXIÓN
¿Te resistes a volver a casa? ¿Qué te lo impide? ¿Gustas la comida de los hijos de
Dios? ¿Acaso te identificas con el hermano mayor de la parábola que ni gusta el amor
de su Padre ni se alegra por el retorno de su hermano?