III Semana de Cuaresma
Miercoles
Mateo 5, 12-19
Breve introducción
Aún los preceptos más pequeños del Antiguo Testamento han de ser
cumplidos en el Nuevo Testamento y no podemos abolirlos o infringirlos
impunemente (vers. 18-19)
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El Antiguo y Nuevo Testamento, preparación uno y cumplimiento otro en
Jesucristo, forman una unidad indisoluble porque presentan en su totalidad el plan
divino de la salvación humana. Por esto Jesús pudo afirmar la estabilidad de la ley
hasta el fin de los tiempos que conlleva la total realización en cada hombre. Claro
está, la ley como signo de una vida conforme a la voluntad de Dios. La ley expresa
en forma concreta el amor de Dios por nosotros, la observancia de la ley es la
expresión de nuestro amor para con Dios. Quien distingue este precepto sí, este
precepto no, o mide hasta dónde cumplo y hasta dónde no cumplo manifiesta una
gran carencia de amor y cae en la observancia servil cumpliendo a su antojo. Se
convierte en el observante de la ley por la ley en sí misma.
A la inversa la preocupación de observar aunque sea lo mínimo de la ley, sin
ansiedades, sin escrúpulos pero con una gran ansia de fidelidad a cumplir la
voluntad del Padre celestial responde en forma inteligente y libre en amor exigente,
a las exigencias del amor de Dios.
Mons. Miguel Esteban Hesayne