IV Domingo de Cuaresma, Ciclo C
Del miedo a la confianza
La Palabra: “Estando el hijo lejos, el Padre lo vio, se conmovió, echó a correr, lo
abrazó y se puso a besarlo” (evangelio).
1. Sobre todo cuando llega el tiempo de Cuaresma y nos hablan de penitencia,
fácilmente nos imaginamos a la divinidad con una espada en la mano esperando
que los humanos se reconozcan pecadores y paguen sus fechorías. Esta y otras
imágenes parecidas que nos fabricamos a nuestra medida, nada tienen que ver con
el evangelio de Jesucristo sobre Dios, esencialmente bueno, y que no sabe más que
amar.
2. La parábola llamada del hijo pródigo, debería llamarse más bien parábola del
Padre desconcertan-temente bueno. En la cultura judía de aquel tiempo no era
razonable que un padre concediera, sin más, herencia al hijo menor que quiere
abandonar la casa paterna. Y menos racional parece que, sabiendo la conducta
desastrosa del hijo, el padre lo reciba de nuevo en casa sin ninguna recriminación
ni reparo. El amor del padre bueno rebasa todos los argumentos racionales. Jesús
vivió la intimidad con ese Padre de misericordia sin medida, y así lo expresó en esta
singular parábola.
3. En contraste con el Padre bueno, que ama porque tiene un corazón generoso, en
la parábola está el hijo mayor que, obsesionado por la seguridad de conseguir la
herencia, es un esclavo de normas y complimientos. Puede haber muchos, incluso
cristianos, obsesionados por ganarse el cielo con sus prácticas religiosas y por el
meticu-loso cumplimiento de lo mandado. Pero en la parábola evangélica Jesús nos
dice que Dios nos ama no porque seamos buenos sino porque él es bueno. Vivir en
la intimidad con ese Padre en quien siempre podemos confiar, nos hará libres y
hará que nuestra conducta religiosa no sea obsesivo empeño para poner a Dios de
nuestra parte, sino expresión de nuestra confianza en el Padre que nos ama y
acompaña incluso antes de que le invoquemos. Más aún él mismo como Espíritu
suscita en nosotros que le invoquemos filialmente como “Abba”, Padre, ternura
infinita que da sentido a nuestra existencia.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net