QUINTO DOMINGO DE CUARESMA. CICLO C.
Jn. 8, 1 -11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se
presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y,
sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer
sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro,
esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos
manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?" Le preguntaban esto para
comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en
preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que no tiene pecado, que le tire la
primera piedra." E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo,
se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó
solo Jesús, con la-mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?;
¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo:
"Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."
CUENTO: EL CATECÚMENO ÁRABE
Se hallaba un día el profeta Mahoma presentando la oración matutina en la
mezquita. Entre la multitud de los fieles se encontraba un joven
catecúmeno árabe. Mahoma comenzó a leer el Corán recitando el versículo
en el que el Faraón afirma: “Yo soy tu verdadero Dios”. Al oírlo, el joven
catecúmeno sintió tanta ira que rompió el silencio y gritó: “﾿Será fanfarrón,
el muy hijo de puta?”.
El profeta no dijo nada, pero cuando acabaron las oraciones, los demás
comenzaron a increpar al árabe: “﾿No te da vergüenza? Has de saber que tu
oración le desagrada a Dios, porque no sólo has roto el santo silencio de la
oración, sino que además has usado un lenguaje obsceno en presencia del
profeta de Dios”.
El pobre árabe enrojeció de vergüenza y se puso a temblar de miedo, hasta
que el ángel Gabriel se le apareció al profeta Mahoma y le dijo: “Dios te
manda sus saludos y desea que hagas que esa gente deje de increpar a ese
sencillo árabe: en realidad, su sincero juramento ha movido su corazón más
que las santas plegarias de muchos otros”.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Si la semana pasada nos conmovíamos con la parábola del Hijo Pródigo,
esta quinta semana de Cuaresma nos impresiona de nuevo Jesús con la
escena de la mujer adúltera, a punto de ser lapidada por los fariseos y
bienpensantes de la época. Es una escena que resalta una vez más la
gigantesca figura de Cristo y su imponente autoridad moral. ¿Quién sino él
se puede atrever a desafiar a una multitud rugiente que “legalmente” tienen
derecho a apedrear hasta la muerte a una mujer pecadora? ¿Quién puede
tener la osadía de devolverles a ellos la piedra en forma de acusación
escrita en la arena? Sólo Jesús puede hacerlo. Sólo él puede perdonar
pecados. Sólo él puede absolver, en nombre de Dios, el pecado de aquella
pobre mujer, víctima de una sociedad hipócrita y machista. Sólo él puede
devolver la paz del corazón al pecador arrepentido.
¡Qué fantástica lección para todos nosotros, que rápidamente nos ponemos
en el lado de los buenos y de los que juzgan y condenan a los demás.
Todos debemos partir de que somos pecadores, y que sólo Dios es el
Bueno. No podemos ponernos por encima de los demás. No es el camino del
Evangelio. Porque el camino evangélico es el del perdón, es el del humilde
reconocimiento de la propia falta. No es el camino de la contemporización
con el pecado, pero sí el camino de la misericordia y de la compasión con el
pecador. Jesús condena el pecado, pero no al pecador. Y esa es nuestra
suerte y nuestra salvación. Pero qué fácilmente enmendamos la plana a
Dios, y nos ponemos en un puesto que no nos corresponde: el de jueces de
los demás. Como si no tuviéramos todos algo que esconder bajo la alfombra
de nuestra buena reputación. ¡Qué fácil es criticar, difamar, juzgar,
condenar a los otros, y hasta qué humanamente comprensible! Pero qué
poco cristiano.
Afrontemos, pues, esta recta final de la Cuaresma con el corazón humilde
ante Dios, para que El nos llene de su mirada de misericordia, de perdón,
de amor y de compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás. No
seamos como los fariseos del cuento, no sea que sea Dios el que nos tenga
que regañar como lo hizo el ángel Gabriel a aquellos que se creían los
santos.
Cristo nos espera al final del camino, para resucitarnos con El la noche de la
Pascua. Pero antes tenemos que pasar por la cruz y la muerte de nuestros
egoísmos y nuestro cristianismo fácil y cómodamente instalado en la
vivencia de una fe que poco nos compromete con la causa de Jesús: la
causa de los pobres, los marginados, los rechazados socialmente, los que
más lo necesitan en esta sociedad de “aparente felicidad”. ᄀFELIZ Y
COMPASIVA SEMANA!.