Ciclo C: IV Domingo de Cuaresma
Pedro Guillén Goñi, C.M.
El evangelio del IV domingo de Cuaresma nos describe la conocida parábola de “El
hijo pródigo” (Lc. 15, 11,32). Esta parábola contiene, con una pedagogía sencilla y
profunda, todo el proceso de conversión en nuestra vida cristiana. Si hacemos
brevemente un análisis de los personajes, el padre representa a Dios y el hijo
menor al pecador que, después de una experiencia de purificación interior, se
convierte y alcanza el perdón y la misericordia de su padre.
Toda la parábola es una invitación a la confianza, a la alegría y a la esperanza
porque Dios es Padre dispuesto siempre al perdón. En muchas oportunidades y
experiencias de la vida nos sentimos identificados con el hijo menor. Con frecuencia
defraudamos la confianza de nuestro Padre Dios y cometemos errores. Huimos de
su casa, de su amistad, de su amor. Si errar es humano, también es humano, no
exento de la gracia de Dios, levantarnos desde la evaluación de nuestra vida, el
análisis interior y la voluntad decidida y firme de superar nuestras propias
debilidades. Eso es lo que hizo el hijo menor cuando sintió la necesidad de volver a
la casa de su padre. Dios, cuando nos ponemos en camino de conversión y gracia,
nos espera con los brazos abiertos de la ternura, compasión, generosidad y
misericordia. No sirven reproches, ni ajuste de cuentas, sirve el abrazo, el perdón y
la fiesta.
La conversión y el arrepentimiento, el abrazo y el perdón, hacen renovar la amistad
rota; el perdón construye una nueva relación en comunión entre perdonado y
perdonador. El pasado es ya una experiencia superada, cuenta ahora el presente de
la alegría en la reconciliación y el futuro de la fidelidad en el amor misericordioso de
Dios.
La postura del hijo mayor no puede pasar inadvertida. Es el hombre cumplidor,
laborioso, pero sin amor, duro de corazón, insensible a los errores de su hermano,
incapaz de acoger y perdonar, y sin piedad para quien reconoce su amor y su
pecado. Dios nos quiere responsables, exigentes con nosotros mismos pero
sensibles, cercanos y acogedores para con los demás. La apertura de corazón la
tolerancia, el perdón, el amor serán actitudes fundamentales que deberemos tener
presente en el seguimiento al Señor.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)