Domingo II de Cuaresma del ciclo C.
Saquémosles partido a nuestros sentimientos contrapuestos.
1. Mi opinión no es dogmática, esto significa que todos mis lectores pueden
sopesar mis pensamientos y aceptar las consideraciones que expreso mediante la
edición de los boletines de Padre nuestro que crean verdaderas. Quienes me
conocéis desde hace meses o años sabéis que me gusta mucho discrepar para
poder observar los acontecimientos que suceden en nuestro entorno desde
diferentes puntos de vista con el fin de enriquecerme espiritualmente aprendiendo
de los aciertos y errores propios y ajenos.
Nunca me cansaré de decir que el tiempo de Cuaresma no debe ser observado
por nosotros como el retorno al tiempo de las confusiones. Disponemos de recursos
espirituales que pueden convertir este tiempo de oración y meditación en un
periodo maravilloso para superar algunos de nuestros defectos. Por nuestro bien y
la felicidad de nuestros seres queridos, deberíamos eliminar el término pecado de
nuestro vocabulario. La visión del bien y el mal sólo es un punto de vista. Todo lo
que hacemos tiene una motivación original. Nos equivocamos si creemos que
nuestro dolor y nuestros errores son los efectos que se producen por nuestro medio
cuando las fuerzas del mal nos manipulan lo mismo que hacemos nosotros con
nuestras computadoras.
El amor y el odio sólo son sentimientos, así pues, no debemos darnos golpes de
pecho si en un determinado momento nos airamos y odiamos a alguna persona.
Para que la Cuaresma sea enriquecedora para nosotros, debemos aceptarnos
como somos e intentar mejorar tan rápido como nos sea posible en todos los
aspectos que atañen a nuestra vida. Para lograr esta meta es conveniente que nos
entreguemos a nosotros y a nuestros prójimos cargados de ilusión. Es conveniente
que evitemos la rutina en nuestras actividades ordinarias y que imaginemos que
todos los días encontramos un trabajo nuevo que es estupendo, que en nuestra
casa estamos limpiando unos muebles nuevos que hemos comprado, que tenemos
unos familiares maravillosos, etcétera. Si abrazamos esta mentalidad, la vida se
nos hará muy corta.
No sirve de nada mirar al pasado con dolor y desasosiego. El presente empieza a
formar parte del pasado sin que apenas nos podamos concienciar de la existencia
de esta realidad. Ahora mismo empezamos a vivir el mañana. Ninguna persona
podrá vivir protagonizando en la película de nuestra vida el papel que nos
corresponde a nosotros. El mañana empieza ahora mismo, de hecho, vamos a
mirar el futuro con esperanza.
No podemos afrontar el futuro con ilusión si no conocemos nuestros defectos y la
forma de confrontarlos y afrontarlos. Es inútil el hecho de ampararnos en diversas
distracciones para evitar pensar en las causas que nos inquietan. ¿Cuáles son las
causas que nos producen dolor? ¿Cuál es la razón por la que existen esas causas?
Luchemos constantemente con la motivación de superarnos imponiéndonos a tal
efecto metas más elevadas en conformidad con los retos que vayamos logrando
alcanzar. Si queremos evitar la apatía debemos evitar conformarnos con lo que
somos.
Debemos ponernos en lugar de nuestros prójimos cuando las circunstancias lo
requieran para entender que los tales no son nuestros enemigos. No debemos
enfadarnos si nuestros padres o abuelos nos piden que estemos a su lado
constantemente olvidando que nuestras actividades nos impiden sentirnos
ignorados como les puede suceder a ellos cuando sus fuerzas físicas disminuyen y
empiezan a olvidar sus más bellos recuerdos.
Aceptemos la vida como es, evitando generar sufrimiento en nuestros prójimos y
en nosotros. Aunque no seamos muy conscientes de esta realidad, nuestro estado
anímico se transmite rápidamente a las personas que nos rodean. Cuando habléis
por teléfono, intentad sonreír, veréis cómo la voz de vuestro interlocutor se
dulcifica instantáneamente y la conversación se torna mucho más agradable.
Aprendamos a mirar las cosas de diferente forma. Nos equivocamos al creer que
tenemos la verdad patentizada. Muchos hermanos nuestros se pierden el afecto de
los jóvenes porque se rompen la cabeza de tanto pensar en la negatividad del
alcohol, la droga y el tabaco. La santidad no es presunción de falsos tintes de
misericordia.
No hacemos ninguna cosa mala al intentar hacer lo posible por sentirnos bien sin
herir a nuestros prójimos de ninguna manera. La angustia, la depresión y la
ansiedad son muy contagiosas.
El amor y el odio son dos sentimientos contrapuestos por cuya existencia
podemos valorar nuestras virtudes y a las personas que nos rodean. A pesar de que
ambos sentimientos son contrapuestos, el conocimiento y experiencia de los
mismos son muy útiles para nosotros. De igual forma que nos humanizamos al
reconocer nuestras necesidades, podemos hacer lo posible por no perder la
identidad. Ninguna persona muere por causa del amor, pero la belleza de este
sentimiento adopta un cariz especial en los cónyuges que se hacen felices unos a
otros en atención a su afecto sin que entre ellos se creen lazos de dependencia. Si
el amor fuera una necesidad, perdería su intrínseca belleza.
Aunque tengamos que corregir algunos defectos que tenemos, no debemos
renegar jamás de la forma de ser que nos caracteriza. Debemos educarnos
constantemente porque estamos en constante proceso evolutivo.
Dado que ni la Biblia ni la Iglesia se contradicen, debemos interpretar la
perfección que Dios nos exige como el deseo de nuestro Padre común de que
actuemos lo mejor que podamos. Debemos evitar crear tensiones por causa de
nuestros altibajos y tendencias, pues el malestar debe ser evitado porque por sí
mismo no es productivo.
Hermanos y amigos: Estamos vivos. Nos aburrimos, nos enfadamos, nos
desconcertamos... Usemos todos nuestros estados anímicos para expandirnos,
crecer espiritualmente, alcanzar un buen estado de maduración y amarnos a
nosotros y a nuestros seres queridos. Es lamentable comprobar cómo muchos de
los nuestros se mortifican evitando superarse personalmente, porque piensan que
han pecado al airarse por sentirse impotentes en un determinado momento de
angustia o desesperación.
Quienes nos hacen daño no son malos independientemente de que nos hieran con
la intención de protegernos o hacernos sufrir. Si yo odio a quienes me hieren, mi
odio sólo afecta a mi estado de ánimo que a su vez hiere a quienes no son
culpables de la tensión tan inverosímil que albergo en el alma. Por cierto, es muy
probable que nuestros fracasos se deban a que aún no hemos conseguido alcanzar
una ansiada meta, así que posiblemente deberíamos pensar que tenemos todas las
papeletas para seguir luchando con la intención de vencer nuestra apatía.
Amar no es comprender plenamente. El amor y la comprensión se diferencian
entre sí. No os sacrifiquéis mucho, pues son más egoístas los que hacen cualquier
cosa para alcanzar el favor de Dios que los que aman a sus prójimos, así pues, los
unos se sacrifican pensando en el beneficio que ello les reportará, mientras los
otros dan aunque no reciban nada a cambio de la manifestación de sus
sentimientos mediante gestos, obras y palabras.
Si no somos capaces de respetarnos y amarnos aceptándonos tal como somos,
¿cómo podemos esperar que los demás nos respeten y nos amen?
Es bueno que luchemos contra todos los fantasmas que pueden afectarnos de
alguna forma, incluyendo algunos puntos de vista respecto de la sexualidad que son
contrapuestos al ser examinados por los autores de la Biblia, el Magisterio de la
Iglesia y la Psicología moderna. Cuando apareció el Pentateuco no se había definido
la diferencia existente entre la concepción de pensamientos y la ejecución de los
mismos. La definición de este punto de vista puede aclarar muchos malentendidos.
Quienes quieran creer que el demonio los domina y que sólo la gracia de Dios que
por cierto no ven por ninguna parte puede evitar que sean pecadores -aunque no lo
son en realidad- pueden seguir mortificándose y despersonalizándose, tengo que
aceptar su opinión aunque no la comparto, pero les deseo sinceramente que
recapaciten y comprendan que nuestro Padre celestial no es el Dios de la tortura,
sino el Padre de la misericordia entrañable.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com