Comentario al evangelio del Martes 12 de Marzo del 2013
Mientras cada uno iba a lo suyo –nosotros solemos ir a lo nuestro- aquel enfermo no tenía quien le
diera una mano en su necesidad. Además ¡era sábado! La excusa perfecta para no mover un dedo y no
hacer nada, ni siquiera por alguien en necesidad. La religión incluso lo vería con buenos ojos.
¿De qué sirve una institución o una religión si no es capaz de ser sensible y servir aunque sea
mínimamente a quien pide ayuda? Trasladando a la realidad actual este Evangelio del día, hoy
pensamos en nuestra Iglesia y en ella ponemos toda nuestra atención. Buscamos la asistencia del
Espíritu, pensamos en el perfil de Papa que necesita… Confiamos en que el Espíritu, a través de la mano
–y del corazón inhabitado por Él- de los señores cardenales, nos dará el nuevo Papa que la Iglesia y el
mundo necesitan. Quien venga, bienvenido será, sin duda. Ya lo esperamos. Ya lo queremos. Tendrá
por delante, sobre todo, la tarea de guiarnos a los bautizados para seguir haciendo que la Iglesia sea luz
del mundo; que siga siendo un sacramento, un signo visible de la presencia de Dios; que sea, en medio
del mundo y de las gentes, un motivo para seguir esperando (que decimos en la liturgia).
En medio de las oraciones intensas de estos días me viene a la memoria aquella frase que alguien dijo:
“una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”.
Hay muchos que esperan, como aquel enfermo de la piscina de Betesda, que alguien mueva una mano
por él, por encima incluso de esos “sábados” de la ley que pudieran justificar la apatía. Muchos
hombres y mujeres que esperan luz y que alguien les acompañe en el no siempre fácil camino de la
vida. Alguien que les invite a tener confianza y a caminar, incluso con su camilla a cuestas.
La Iglesia, en medio del mundo, no es la solución a los problemas de la humanidad. Es, simplemente,
(¡ni más ni menos!) un signo de que el mundo puede ser de otra manera, cuando se vive como nos
enseñó Jesús. Cuando se vive al servicio de los hombres; cuando se da una manita; cuando cualquier
pequeño gesto transparenta y se convierte en testimonio de la verdad que portamos en nuestra vida los
cristianos y los bautizados. Pidamos al Espíritu que ilumine a los señores cardenales estos días para
que el mundo encuentre en el nuevo Papa el pastor que hoy espera.
Con afecto,
Fernando Prado, cmf.
Fernando Prado, cmf