Encuentros con la Palabra
Quinto Domingo de Cuaresma – Ciclo C (Juan 8, 1-11)
Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Cuentan que una vez un sacerdote con cierta experiencia pastoral se iba de paseo un fin de
semana y encargó todos los detalles al joven vicario parroquial: “–Tenga en cuenta que el sábado
hay dos misas; la de seis y la de siete en la que habrá un matrimonio. El domingo recuerde tocar
las campanas, aunque los vecinos se quejen. No se olvide de la misa de niños a las once. Por la
tarde, deje las limosnas sobre el escritorio...” Y así, el párroco se fue tranquilo a su paseo.
Al regresar, el lunes por la tarde, recibió un completo informe de lo sucedido el fin de semana.
Aparentemente, no hubo nada raro. Pero llegando al final del relato, el joven vicario dijo: “–¡Ah, se
me olvidaba comentarle! Resulta que el sábado vino mucha gente al matrimonio. Llegó más gente
que a la misa de las seis”. “–Hasta ahí, nada raro”, replicó el párroco. El vicario continuó: “–Pues
resulta que vino una señora evangélica. Todo el mundo sabe que ella es evangélica; yo mismo la
he visto entrar en un templo que hay cerca de aquí. Es muy amiga de la novia y por eso estaba
allí”. “–Hasta ahí, nada raro”, continuó el párroco, ya un poco molesto por los rodeos. “–Pues lo
raro fue que en el momento de la comunión la señora se puso en la fila y yo no sabía qué hacer.
Mientras iba repartiendo la comunión a los fieles, me iba preguntando interiormente: ¿qué hago,
Señor? ¡Ilumíname! Cuando llegó frente a mi, lo único que se me ocurrió preguntarme fue: ¿Qué
hubiera hecho Jesús en un caso como este?” Entonces, el párroco, casi gritando, dijo: “¡No me
diga que hizo eso! Hoy mismo hablaré con el obispo para que lo sancione por lo que ha hecho.
Habrá una ceremonia de desagravio en la que estén presentes los feligreses de la parroquia”.
No sé qué final le ha puesto cada uno de los lectores a esta historia. Propiamente, la historia no
cuenta lo que hizo el vicario. Lo único que deja claro es que lo que hizo el joven sacerdote,
escandalizó al párroco. Pero ni siquiera éste supo qué hizo el vicario. Se supone que hizo lo que
Jesús hubiera hecho en un caso similar. No conozco una mejor forma de explicar lo que es el
discernimiento espiritual. La gente se imagina que el discernimiento es una técnica determinada
para buscar la voluntad de Dios. Desde luego, hay técnicas que nos pueden ayudar a adelantar un
proceso de discernimiento personal o comunitario. Pero, estrictamente hablando, estas técnicas no
son el discernimiento. Por eso, prefiero decir que el discernimiento espiritual es una forma de vida
que, sin mayores complicaciones, se hace cada día y ante cada situación particular y cotidiana, la
pregunta del vicario parroquial: ¿Qué hubiera hecho Jesús en un caso como este? Y no sólo se
hacer la pregunta, sino que acierta en la respuesta y la realiza sin titubeos. Si nos hemos
impregnado de la manera de obrar de Jesús, no debería ser tan complicado saber cómo obraría él
en una determinada situación. Lo complicado, normalmente, no es saber qué haría el Señor. Lo
difícil es hacerlo ... Sobre todo porque las consecuencias para la propia vida son impredecibles,
como fue impredecible la reacción del párroco de la historia, que se escandalizó, no de lo que hizo
el vicario, sino de lo que él mismo pensó que hubiera hecho Jesús ante una situación como esa...
La escena que nos presenta el evangelio de san Juan este domingo también debió escandalizar a
más de uno en su momento. Incluso hoy, no faltará quién piense que Jesús se pasó de bueno,
porque una cosa es tener misericordia y otra dejar pasar estos pecados tan monumentales sin una
sanción ejemplar para todos los creyentes. Jesús no condena a una mujer sorprendida en flagrante
adulterio. Una persona sensata , con criterios morales , no habría tenido la menor duda de que a
esta mujer había que apedrearla, como lo mandaba la ley de Moisés. Pero Jesús no dejará nunca
de sorprendernos con su bendita forma de pensar y sobre todo con su más bendita forma de
actuar. Lo primero es salvar a la persona humana... a cada ser humano en particular. Y este es el
criterio fundamental para discernir su voluntad hoy. Ese fue el criterio del vicario de la historia, y
ese debería ser el criterio que nos guíe hoy en nuestros propios discernimientos.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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