Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
En flagrante adulterio
Una mujer fue sorprendida en plena faena y los puritanos se la llevaron ante Jesús para ser
condenada a muerte como lo mandaba la ley de Moisés (Jn. 8,5). De este bochornoso
suceso podemos inferir algunas consideraciones. En primer lugar, vemos que los
acusadores, aunque inmisericordes, sabían distinguir lo bueno y lo malo. Si nos
comparamos, debemos reconocer que nos llevan ventaja porque actualmente se ha perdido
el sentido del pecado y se proclama el relativismo como principio moral en la vida de las
personas.
¿Funciona el relativismo? En la obra Crimen y Castigo , de Dostoievski, se describe
magistralmente todo lo que sucede en la conciencia del joven que asesina a una vieja
usurera para robarle su dinero. El conflicto está en la lucha interna debido a que el asesino
se considera superior a la vieja que no tiene razón para seguir viviendo. Desconoce la
perenne validez de la ley moral e intenta sobreponerse a ella. Una vez cometido el crimen,
la conciencia lo perseguirá a pesar de los esfuerzos por auto justificarse y acallarla. El
drama, la lucha, la agonía que se libra en el interior es insufrible. Quiere olvidar su pecado,
pero no puede. La conciencia le remuerde hasta llevarlo al borde de la locura. El delito le
persigue como un fantasma. ¡Necesita la redención!
Todos compartimos la triste herencia del pecado, la gran diferencia está en que unos se
endurecen y otros se abren a la misericordia de Dios. Los sensatos son los que se acercan a
Cristo para pedir perdón y logran escuchar de parte de Dios: “Yo tampoco te condeno, vete
en paz y no vuelvas a pecar”.
Uno de los más terribles errores de la cultura postmoderna ha sido la superación del
concepto de bien y de mal. Ya no existe el bien y el mal objetivos. Se pretende sustituir el
bien y el mal por un ambiguo concepto de tolerancia. Una vez que todo es relativo, una vez
que nada es objetivamente malo ni bueno, hemos creado un humus perfecto para que
germine cualquier aberración. Si todo es relativo entonces todo se puede. Si se pierde la
noción de pecado, se pierde la necesidad de pedir perdón y con ello el ser redimidos.
La conversión consiste en aceptar que dependemos de Dios y que estamos necesitados de
su salvación. No podemos darnos la salvación a nosotros mismos como miles de libros de
auto-realización personal pregonan. Conversión significa tener el valor de reconocer el
propio pecado como lo hizo la mujer adúltera y de pedir perdón para ser salvado. “Vete en
paz, que yo tampoco te condeno”. Y la mujer quedó curada.
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