Ciclo C. V Domingo de Cuaresma
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
El evangelio de “Jesús y la mujer adúltera” (Jn 8, 1-11) es un hecho de vida lleno
de enseñanzas, pues pone de relieve el machismo judío, el amor compasivo de
Jesús y su sabiduría salomónica, la primacía del perdón, etc. Pero lo que más pone
de relieve es la primacía de la persona humana: su valor está por encima de todo.
Es decir, para Jesús (para la iglesia y para nosotros), las instituciones, los
gobiernos y las leyes deben estar al servicio del hombre y de la mujer; y no al
revés. Es lo que no se cansó de enseñarnos Jesús. Para los judíos ninguna
instituci￳n había tan sagrada como “el sábado”, que se había convertido en
verdadero tabú. Sin embargo, Jesús ense￱￳: “No está hecho el hombre para el
sábado sino el sábado para el hombre” (Mc 2,27).
Al respecto, la actitud de Jesús para con la mujer adúltera es totalmente diferente a
la de los judíos. Para estos, la adúltera no cuenta como ser humano. Ni les
escandaliza su pecado. Para ellos, mujer y delito son sólo una buena oportunidad
para hacer quedar mal a Jesús, para ponerlo en aprietos, para sacarle un SI o un
NO, a como dé lugar. Salomónicamente, Jesús no dirá ni SI ni NO, sino algo tan
sencillo como “quien esté sin pecado que tire la primera piedra”. Bast￳ eso -y lo
que Jesús escribía en el suelo-, para que los acusadores se fueran “retirando uno a
uno empezando por los más viejos”, como observa Juan ir￳nicamente. Para
nosotros, una de las consecuencias de la primacía de la persona humana, es
reconocer siempre su dignidad y nunca “utilizar” a nuestros semejantes ni servirnos
de ellos en provecho propio.
Otra de las consecuencias de la primacía de la persona humana, es que nos pide
ser comprensivos y tolerantes con nuestros semejantes, en especial con los caídos
en desgracia, y aceptarlos como son, más allá de sus errores y pecados. Ahora, si
queremos imitar a Jesús (y tenemos que imitarlo), tendremos también que
quererlos y hacer cuanto pueda ayudarlos. Y todo esto no tanto por virtud cuanto
porque son seres humanos. Porque “el hombre es la única criatura terrestre a la
que Dios ha amado por sí mismo” (GS 24); y por sí mismo la am￳ Jesús y tenemos
que amarla nosotros. Sea lo que sea y tenga lo que tenga.
En el caso de la mujer adúltera, es conmovedor el trato que Jesús le da y el diálogo
que sostiene con ella. Vale la pena leerlo (Jn 8,10-11). Y meditar y hacer nuestras
las emotivas y consoladoras palabras que Jesús le dirige. Para decírselas a quienes
creemos que ofenden y/o nos han ofendido. Mujer (hombre)…, yo tampoco te
condeno. Vete, y en adelante no peques más. Hay que estar siempre dispuestos a
perdonar, hasta setenta veces siete, dice el Señor (Mt 18,22). Al respecto, este
evangelio de la primacía de la persona humana, es igualmente el evangelio de la
primacía del perdón. Un perdón que libera y lleva a empezar una vida nueva, feliz y
fructuosa. Es lo que Jesús le pide y nos pide con ese Vete y no peques más.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)