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EN CAMINO
4to Domingo de Adviento, ciclo “C”.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
María, modelo
- Primera lectura: Mq 5,1-4ª: Con él vendrá la paz.
- Salmo Responsorial: 79,2-3.15-16.18-19: ven a visitar tu viña.
- Segunda lectura: Heb 10,5-10: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
- Evangelio: Lc 1,39-45: Bendita eres entre las mujeres…
En nuestro mundo contemporáneo, muchas mujeres han salido del
encerramiento y el anonimato en el que las tenía la sociedad androcéntrica (centrada en
el varón), que poco a poco vamos superando. Hoy vemos mujeres participando
activamente en la política, en la economía, en la educación, etc. Hoy hay mayor
conciencia de la responsabilidad que tenemos todos los seres humanos, varones y
mujeres, en la construcción de una humanidad nueva y mejor.
Hace unos años, cuando pasaba por la ciudad de Mocoa 1 , fui testigo de una
marcha de mujeres que protestaban contra las políticas de guerra impuestas por el
gobierno central. Se habían reunido varios movimientos de muje res para analizar la
situación de sus regiones y para buscar salidas a la crisis. Sus gritos suenan hoy en mis
oídos: “no queremos parir más hijos para la guerra… rechazamos las fumigaciones que deterioran la
salud, la vida y acaban con el medio ambiente. Ni un peso más para la guerra, queremos escuelas...
Rechazamos todo tipo de violencia, venga de donde venga… ”
He visto muchas de estas mujeres. Sobre todo en la periferia de los campos y en
los asentamientos urbanos. Protestan, gritan y hacen oír su voz. Sueñan, se esfuerzan,
trabajan unidas, y son capaces de convertir la trágica historia en una historia de
salvación. Dan verdaderos signos de entrega generosa e inyectan la fuerza liberadora y
transformadora del amor femenino. A pesar del patriarcalismo de la Biblia, en sus
páginas también hallamos el testimonio de mujeres, como Rut, Agar, Judit, Esther, Ana,
y por supuesto: el de María de Nazaret, cuyo testimonio encontramos en el evangelio
de hoy.
Lucas nos presenta a dos mujeres cuyos vientres gestaron vidas que, así como
ellas, fueron ofrecidas para la salvación de la humanidad. Desde el lejano y desconocido
Nazareth una mujer se negó a quedarse en su casa convertida en esclava, para realizar
los oficios que los varones no hacían y para satisfacerlos en todas sus apetencias.
María, la esposa del justo José, se declaró la sierva del Señor, más no la sierva de
su esposo, como era usual en la época en la cual se consideraba a la mujer como una
posesión más del marido. Se encaminó hacia las montañas, que simbolizan el lugar del
encuentro con Dios. Allí se encontró con el Dios vivo, representado en la humanidad
1 Mocoa es una pequeña ciudad capital del Putumayo, uno de los departamentos más azotados por la violencia
en Colombia. La concentración de la que fui testigo, se llevó a cabo en la plaza central de Mocoa el 26 de
noviembre de 2003; en ella participaron más de 3.000 mujeres de organizaciones comunitarias.
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necesitada de Isabel, quien, ya en la vejez y en su vientre estéril, gestaba la vida del
Bautista, pues para Dios no hay nada imposible.
María, portadora del Verbo encarnado y del Espíritu Santo, entró en la casa de
Zacarías. Su presencia, sus palabras, su sencilla humanidad, hicieron que Isabel se
llenara del Espíritu y que su criatura saltara de gozo. Lo que busca la fe cristiana no es
precisamente, hacer que los seres humanos convirtamos nuestra vida terrenal en un
infierno, para después gozar de un cielo supraterrenal. Nos acercamos al Dios no tanto
mortificando nuestro cuerpo y convirtiéndolo en una cosa despreciable para parecernos
más a Jesús crucificado, sino generando entre nosotros relaciones de amistad, justicia y
fraternidad. Nos acercamos al Dios de Jesús cuando servimos a los demás y trabajamos
unidos; cuando sonreímos, disfrutamos la vida y saltamos de gozo.
Ben-decir es, decir bien. Toda la vida de María habló bien de Dios porque
transparentó su amor y su misericordia. El gozo de Isabel por la presencia de María, la
impulsó a decir una frase valiosísima: “¡Bendita eres entre las mujeres, y bendito el fruto de tu
vientre!” Jesús y María hablaron bien de Dios porque durante toda su vida se
comprometieron con Él y cumplieron a cabalidad su obra salvadora.
Con esto podemos entender mejor la segunda lectura, cuando nos dice que a
Dios no le agradan los holocaustos ni los sacrificios expiatorios, sino que acepta como
ofrenda única y definitiva la del cuerpo de Jesucristo. El cuerpo de Cristo como ofrenda
única y definitiva no equivale a su sangre derramada y a su ignominiosa muerte en la
cruz, supuestamente para calmar la ira de un dios justiciero. Es la entrega de Jesús
como persona; su cuerpo y su sangre, es decir: todo su ser al plan de Dios para el ser
humano. La voluntad salvífica de Dios no fue la muerte de su hijo, sino hacerlo
partícipe de nuestra naturaleza humana con un amor grande capaz de transformarlo
todo. A Dios se le agrada no tanto con el ofrecimiento de sacrificios externos que para
nada nos compromete como personas, sino entrando en comunión con el Padre, con
nosotros mismos, con el mundo y con los demás seres humanos, como lo hizo Jesús.
El evangelio cierra con una bienaventuranza: “¡Bienaventurada eres tú, que creíste que
se cumpliría lo que el Se￱or te anunci￳!”. Las bienaventuranzas constituyen el mensaje central
del nuevo testamento y sintetizan el plan de Dios para el ser humano: una humanidad
plena y feliz. Después de esto no viene nada más. Todos los dogmas de los padres de la
iglesia sobre María se quedan pequeños ante las palabras de la “estéril” anciana que
resaltó lo verdaderamente importante de aquella mujer sencilla de Nazareth.
María es la mujer Bienaventurada porque le creyó a Dios, y porque Dios creyó
en ella para encomendarle una obra del tal magnitud que ella realizó a plenitud. La fe de
María no fue una fe ciega de levitaciones y beatitudes celestiales que rayan con la
tontería. La oración y la fe de María no tienen nada que ver con aquellos cuadros que
representan a María como una mujer embobada, envuelta en un nirvana celeste y
alejada de todo lo terreno.
La fe de María es la fuerza interior, el impulso vital para ponerse en camino
hacia el prójimo necesitado, aún arriesgando la seguridad personal. Es el impulso vital
para realizar la obra de Dios, para cambiar la historia de una forma sencilla, muchas
veces silenciosa, pero siempre con decisión, entrega y amor puro, puestos al servicio de
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los necesitados. Por eso ella es la mujer feliz por excelencia; un modelo de mujer y de
discípula para las mujeres y para toda la humanidad.
¡Ya se acerca el niño! “¡Despierta, despierta, levántate, Sión! Vístete de fiesta Jerusalén,
ciudad santa… ¡Sacúdete el polvo! ¡Levántate, Jerusalén, tú que estabas cautiva, y desata las ligaduras
de tu cuello, Hija de Si￳n!” (Is 52,1ª.2) ¡Ya se acerca el niño!, el fruto del vientre de una
mujer aldeana que fue capaz de ponerse en camino para seguir la voz de Dios y para ir
al encuentro del prójimo. ¡Ya se acerca el niño!, tejido del vientre puro de una mujer
pobre y buena, que le creyó a Dios y se entregó con alma, vida y corazón a su obra
salvadora. ¡Ya se acerca el niño!. Lo encontraremos en la medida en que, como María,
nos pongamos en camino hacia los más débiles. Lo encontraremos especialmente en el
rostro de aquellos que hoy, como le pasó al niño Jesús, no tienen espacio en el mesón.
Lo encontramos en aquellos que sobran, que estorban, que ensucian las calles con sus
ropas raídas, que no caben en nuestros colegios, en nuestras universidades y en nuestras
reuniones sociales o religiosas. ¡Ya se acerca el niño!
Oración
Padre y Madre Dios, te bendecimos y te damos gracias por este tiempo de
Adviento y Natividad, por todo el ambiente de alegría y de gozo, de reflexión y de
encuentro, en el que experimentamos tu presencia salvadora en medio de nosotros.
Gracias por el hermoso testimonio de María, la mujer bienaventurada. Gracias por su
grandeza humana manifestada en su humilde servicio, en su recia decisión de ponerse
en camino para acompañar generosamente a su pariente necesitada; en su palabra, en su
silencio, en toda su vida.
Te pedimos, Padre y Madre Dios, amor creador y recreador de todas las cosas,
que multipliquemos en nuestras familias y comunidades las bellas actitudes de María.
Que seamos capaces de salir de nuestro ego para ir al encuentro del prójimo y servirle
con amor generoso. Que creamos un ambiente de amistad y un espíritu de armonía.
Que Navidad sea símbolo, no tanto de estrenos, gastos y endeudamiento innecesarios,
sino de verdadera alegría, de gozo espiritual y de crecimiento como seres humanos.
Que vivamos esta fiesta con un corazón de niño. Que la memoria de Jesús niño
haga brotar en nosotros todos los buenos sentimientos de los niños, toda la alegría y la
confianza puesta en Ti. Que seamos capaces de vencer el odio, el resentimiento, el
miedo y todo lo que amenaza nuestra vida. Que seamos, como María, portadores del
Espíritu Santo, generadores de vida, de alegría y de esperanza. Que seamos, como
María, hombres y mujeres de una fe auténtica, en palabras y obras. Que seamos, como
nuestra Bienaventurada Madre María, hombres y mujeres bienaventurados, portadores
generosos de tu gracia, sembradores de vida y comunicadores de felicidad. Nosotros los
seguidores de tu Hijo, te presentamos todo esto y lo que está en el fondo de nuestros
corazones, por Él que vive y ama por los siglos de los siglos. Amén.