DOMINGO V DE CUARESMA (C)
Homilía del P. Josep-Enric Parellada, monje de Montserrat
17 de marzo de 2013
Is 43, 16-21 / Flp 3, 8-14 / Jn 8, 1-11
Queridos hermanos y hermanas,
Al iniciar la Cuaresma, la oración colecta del primer domingo nos indicaba cuál es el
verdadero sentido de este tiempo que nos prepara para la Pascua. Decía: " Al celebrar
un año más la santa Cuaresma concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la
inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud" . Ahora, en la recta final de
nuestro camino cuaresmal, el Señor nos dirige de nuevo su Palabra. Por medio del
profeta Isaías y del evangelista san Juan, somos invitados a adentrarnos en el misterio
de la novedad que suponen el perdón y el amor de Dios manifestados en Jesús.
"No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya
está brotando, ¿no lo notáis?", hemos escuchado en la primera lectura. Como Israel,
no podemos vivir aferrados al pasado, sino que en cada una de las etapas de nuestra
historia personal y comunitaria debemos descubrir un nuevo Éxodo, es decir, un nuevo
paso de Dios por nuestras vidas y por la historia. Necesitamos tomar conciencia de
que la salvación de Dios es operante y activa también en nuestro hoy.
Realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Paradójicamente este algo nuevo
es alguien, se trata de Jesús mismo, que comparte el hoy de la humanidad. En este
domingo lo encontramos sentado frente al templo, donde unos fariseos y unos
escribas le presentan un caso conflictivo para ponerlo a prueba: el caso de una mujer
acusada de adulterio para que él se pronuncie, ya que según la Ley judía debía morir
apedreada.
Fácilmente podemos imaginarnos la escena. Unos hombres que valiéndose de la Ley
y de la tradición quieren hacer caer a Jesús en una trampa, además de apedrear
aquella mujer. Una mujer, de la que no sabemos nada, y su adulterio tanto podía ser
fruto de la necesidad de venderse para hacer frente a la miseria o fruto de la fragilidad
del amor; pero lo seguro es que debía estar aterrorizada. Y Jesús, agachado,
misteriosamente dibuja en el suelo y calla. Ante la insistencia de los fariseos, Jesús
finalmente se pone de pie. No sólo resuelve el conflicto sino que hace una propuesta
llena de audacia, como todas las que Dios hace: " El que esté sin pecado, que le tire la
primera piedra" . Se volvió a agachar y siguió dibujando en el suelo.
El texto ya sabemos cómo continúa. Pero quisiera fijarme en la escena cuando Jesús,
ya solo con la mujer, se vuelve a poner de pie: él tampoco la condena. Pero le dice
que cambie, que en adelante no peque más. “ me glorificarán… porque ofreceré agua
en el desierto, ríos en el yermo" , nos decía Isaías. Jesús, con su actitud ha abierto un
horizonte de luz en la desdicha de aquella mujer. Ha hecho correr de nuevo el agua de
la vida; ha eliminado la angustia de un final terrible.
Jesús, que es el único que podría acusar a los pecadores, los perdona y los acoge.
Los fariseos y maestros, acusando a la mujer, buscan condenar a Jesús. Jesús, en
cambio, ha ligado su suerte a la de los pobres y pecadores. De hecho, morirá como un
pecador acusado por los judíos de blasfemia y por los romanos de soliviantar al
pueblo.
Jesús acoge a los pecadores tal como son, nos acoge tal como somos, porque quiere
llevarnos a una vida en armonía con el plan de Dios; por eso constantemente nos está
diciendo: "No peques más". No se trata de una recriminación sino de una invitación a
ser buenos como lo es nuestro Padre del cielo. Que el hombre pueda ser bueno como
lo es Dios es realmente lo más inaudito que la mente humana pueda llegar a pensar.
Esta es la gran noticia, esta es la verdadera cosa nueva, este es el misterio de Jesús,
que es el reflejo del amor del Padre.
El memorial de la Eucaristía une en un dinamismo de eternidad el ayer, el hoy y el
mañana; por ello con el salmista hemos cantado: "El Señor ha estado grande con
nosotros, y estamos alegres" . Que así sea.