EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la quinta semana de Cuaresma
Libro de Daniel 3,14-20.91-92.95.
Nabucodonosor tomó la palabra y les dijo: "¿Es verdad Sadrac, Mesac y Abed Negó,
que ustedes no sirven a mis dioses y no adoran la estatua de oro que yo erigí?
¿Están dispuestos ahora, apenas oigan el sonido de la trompeta, el pífano, la cítara,
la sambuca, el laúd, la cornamusa y de toda clase de instrumentos, a postrarse y
adorar la estatua que yo hice? Porque si ustedes no la adoran, serán arrojados
inmediatamente dentro de un horno de fuego ardiente. ¿Y qué Dios podrá salvarlos
de mi mano?".
Sadrac, Mesac y Abed Negó respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: "No
tenemos necesidad de darte una respuesta acerca de este asunto.
Nuestro Dios, a quien servimos, puede salvarnos del horno de fuego ardiente y nos
librará de tus manos.
Y aunque no lo haga, ten por sabido, rey, que nosotros no serviremos a tus dioses
ni adoraremos la estatua de oro que tú has erigido".
Nabucodonosor se llenó de furor y la expresión de su rostro se alteró frente a
Sadrac, Mesac y Abed Negó. El rey tomó la palabra y ordenó activar el horno siete
veces más de lo habitual.
Luego ordenó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a Sadrac, Mesac
y Abed Negó, para arrojarlos en el horno de fuego ardiente.
Entonces el rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó a toda prisa y preguntó a
sus consejeros: «¿No hemos echado nosotros al fuego a estos tres hombres
atados?» Respondieron ellos: «Indudablemente, oh rey.»
Dijo el rey: «Pero yo estoy viendo cuatro hombres que se pasean libremente por el
fuego sin sufrir daño alguno, y el cuarto tiene el aspecto de un hijo de los dioses.»
Nabucodonosor exclamó: «Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, que
ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que, confiando en él, quebrantaron la
orden del rey y entregaron su cuerpo antes que servir y adorar a ningún otro fuera
de su Dios.
Libro de Daniel 3,52.53.54.55.56.
«Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres,
loado, exaltado eternamente.
Bendito el santo nombre de tu gloria,
loado, exaltado eternamente.
Bendito seas en el templo de tu santa gloria,
cantado, enaltecido eternamente.
Bendito seas en el trono de tu reino,
cantado, exaltado eternamente.
Bendito tú, que sondas los abismos, que te sientas sobre querubines,
loado, exaltado eternamente.
Bendito seas en el firmamento del cielo,
cantado, glorificado eternamente.
Evangelio según San Juan 8,31-
Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: "Si ustedes permanecen fieles
a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos:
conocerán la verdad y la verdad los hará libres".
Ellos le respondieron: "Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido
esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: 'Ustedes serán libres'?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado.
El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece
para siempre.
Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres.
Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque
mi palabra no penetra en ustedes.
Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de
su padre".
Ellos le replicaron: "Nuestro padre es Abraham". Y Jesús les dijo: "Si ustedes fueran
hijos de Abraham obrarían como él.
Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de
Dios. Abraham no hizo eso.
Pero ustedes obran como su padre". Ellos le dijeron: "Nosotros no hemos nacido de
la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios". Jesús prosiguió:
"Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo
de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió.
Comentario del Evangelio por:
Concilio Vaticano II
Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, “Gaudium et Spes”, §16-
17
“Entonces conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
En lo más profundo de su conciencia descubre el hombree la existencia de una
ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz
resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe
amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el
hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la
dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente (Rm 2,14-16). La
conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se
siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla.
La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad, la
cual posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con entusiasmo. Y con
toda razón. Con frecuencia, sin embargo, la fomentan de forma depravada, como si
fuera pura licencia para hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala.
La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina (Gn 1,26) en el
hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión (Si
15,14) para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose
libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección. La dignidad
humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre
elección...
El hombre logra esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de
las pasiones, tiende a su fin con la libre elección del bien y se procura medios
adecuados para ello con eficacia y esfuerzo crecientes. La libertad humana, herida
por el pecado, para dar la máxima eficacia a esta ordenación a Dios, ha de
apoyarse necesariamente en la gracia de Dios.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”