Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, Misa del Día.
La Resurrección de Jesucristo es el misterio más importante de nuestra fe cristiana.
En la Resurrección de Jesucristo está el centro de nuestra fe cristiana y de nuestra
salvación. Por eso, la celebración de la fiesta de la Resurrección es la más grande
del Año Litúrgico, pues si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe… y
también nuestra esperanza.
San Agustín ense￱aba a sus files: “Resurrectio Domini, spes nostra”, “la
resurrecci￳n del Se￱or es nuestra esperanza” (Serm￳n 261,1). Con esta afirmaci￳n,
el gran Obispo explicaba a sus fieles que Jesús resucitó para que nosotros, aunque
destinados a la muerte, no desesperáramos, pensando que con la muerte se acaba
totalmente la vida; Cristo ha resucitado para darnos la esperanza.
En efecto, una de las preguntas que más angustian la existencia del hombre es
precisamente ésta: ¿qué hay después de la muerte? Esta solemnidad nos permite
responder a este enigma afirmando que la muerte no tiene la última palabra,
porque al final es la Vida la que triunfa. Nuestra certeza no se basa en simples
razonamientos humanos, sino en un dato histórico de fe: Jesucristo, crucificado y
sepultado, ha resucitado con su cuerpo glorioso. Jesús ha resucitado para que
también nosotros, creyendo en Él, podamos tener la vida eterna. Este anuncio está
en el corazón del mensaje evangélico.
San Pablo lo afirma con fuerza: “Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicaci￳n
carece de sentido y vuestra fe lo mismo”. Y a￱ade: “Si nuestra esperanza en Cristo
acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados” (1 Co 15,14.19). Desde
la aurora de Pascua una nueva primavera de esperanza llena el mundo; desde
aquel día nuestra resurrección ya ha comenzado, porque la Pascua no marca
simplemente un momento de la historia, sino el inicio de una condición nueva:
Jesús ha resucitado no porque su recuerdo permanezca vivo en el corazón de sus
discípulos, sino porque Él mismo vive en nosotros y en Él ya podemos gustar la
alegría de la vida eterna.
Por tanto, la resurrección no es una teoría, sino una realidad histórica revelada por
el Hombre Jesucristo mediante su “pascua”, su “paso”, que ha abierto una “nueva
vía” entre la tierra y el Cielo (cf. Hb 10,20). No es un mito ni un sue￱o, no es una
visión ni una utopía, no es una fábula, sino un acontecimiento único e irrepetible:
Jesús de Nazaret, HIJO DE MARÍA, que en el crepúsculo del Viernes fue bajado de
la cruz y sepultado, ha salido vencedor de la tumba. En efecto, al amanecer del
primer día después del sábado, Pedro y Juan hallaron la tumba vacía. Magdalena y
las otras mujeres encontraron a Jesús resucitado; lo reconocieron también los dos
discípulos de Emaús en la fracción del pan; el Resucitado se apareció a los
Apóstoles aquella tarde en el Cenáculo y luego a otros muchos discípulos en Galilea.
“Resurrectio Domini, spes nostra”. La resurrecci￳n de Cristo es nuestra esperanza.
La Iglesia proclama hoy esto con alegría: anuncia la esperanza, que Dios ha hecho
firme e invencible resucitando a Jesucristo de entre los muertos; comunica la
esperanza, que lleva en el corazón y quiere compartir con todos, en cualquier lugar,
especialmente allí donde los cristianos sufren persecución a causa de su fe y su
compromiso por la justicia y la paz; invoca la esperanza capaz de avivar el deseo
del bien, también y sobre todo cuando cuesta.
Hoy la Iglesia canta “el día en que actu￳ el Se￱or” e invita al gozo. Hoy la Iglesia
ora, invoca a María, Estrella de la Esperanza, para que conduzca a la humanidad
hacia el puerto seguro de la salvación, que es el corazón de Cristo, la Víctima
pascual, el Cordero que “ha redimido al mundo”, el Inocente que nos “ha
reconciliado a nosotros, pecadores, con el Padre”. A Él, Rey victorioso, a Él,
crucificado y resucitado, gritamos con alegría nuestro Alleluia.
Finalmente, hoy también quiero decir lo que decía anoche en la Vigilia Pascual: En
el jubiloso encuentro de este día de Pascua quiero dirigir el pensamiento a la
Bienaventurada Virgen María con la intensidad de sentimientos que inspira la
Pascua, en su advocaci￳n de “Nuestra Se￱ora de la Soledad, porque como es
sabido de muchos, estamos en el año jubilar para celebrar 200 años como Patrona
de esta Ciudad. Providencialmente nuestras celebraciones, que comenzaremos el
próximo lunes, todo el mes de abril, mes de nuestra señora de la Soledad,
coinciden con el tiempo Pascual… María es el ‘éxito’ más alto del misterio pascual,
es la mujer perfectamente ‘lograda’ tanto en el orden de la naturaleza como en el
de la gracia, porque Ella supo meditar, comprender y vivir ese misterio más que
ninguna otra criatura humana. Para el cristiano es imposible gustar el sentido de la
Pascua prescindiendo de cómo lo vivió María, victoriosa, con Cristo y por Cristo,
sobre el antiguo adversario.
Desde María, inmersa en el Misterio pascual, vivamos la Pascua de la Mano de
María celebrando con fe y devoción las fiestas de su patronato sobre Irapuato,
como una historia de amor que no acaba.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)