IV Domingo de Pascua, Ciclo C
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
Jornada Mundial de oración por las vocaciones
En este IV Domingo de Pascua, la figura de Cristo Buen Pastor, tal y
como aparece en el Evangelio, domina toda la celebración, y por eso la
Iglesia universal celebra hoy la Jornada Mundial de oración por las
vocaciones.
Hoy toda la Iglesia pone en el centro de la reflexión y la oración el tema de
las vocaciones, no como una cuestión de táctica o estrategia, sino como una
cuestión de coherencia: llamada ella misma por el Señor, es tarea suya
explícitamente encomendada por el Señor velar para que nunca falten en su seno
manos generosas para trabajar en el campo del Reino: “Entonces dice a sus
discípulos: ‘La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Due￱o de la
mies que envíe obreros a su mies’.” (Mt.9,37-38)
“La celebraci￳n de esta Jornada es una ocasi￳n para anunciar que el Espíritu
Santo de Dios escribe en el corazón y en la vida de cada bautizado un proyecto
de amor y de gracia , el único que puede dar sentido pleno a la existencia,
abriendo el camino a la libertad de los hijos de Dios y capacitando para el
ofrecimiento del propio, personal e insustituible concurso al progreso de la
humanidad en el camino de la justicia y de la verdad. El Espíritu no solo ayuda a
situarse con sinceridad ante los grandes interrogantes del propio corazón – de
dónde vengo, quién soy, cuál es el fin de la vida, en qué gastar mi tiempo -, sino
que abre el camino a respuestas valientes . El descubrimiento de que cada
hombre y mujer tiene su lugar en el corazón de Dios y en la historia de la
humanidad, constituye el punto de partida para una nueva cultura vocacional” (J. P.
II).
Vivimos en un mundo signado por inestabilidades de toda clase : del
horizonte de fondo que va emergiendo en nuestra cultura cada día más ‘global’, se
comparten a escala mundial no sólo algunos efectos benéficos de la ciencia y la
técnica, sino también algunos otros: los ‘efectos’ tequila, Ni￱o, caipirihna, tercera
ola, ‘ajuste’, etc., que nos despiertan cada día a una cultura de la inestabilidad... Se
trata de una de las características que más hiere el corazón del hombre post-
moderno: un sentido de lo fragmentario , de lo irreductible a la unidad: “El
mismo desarrollo científico, que ha generado una cantidad impresionante de
dominios de experimentación, ha llevado también a la conciencia de la imposibilidad
humana de una síntesis final. La técnica ha sectorializado la vida humana en
ámbitos divididos por criterios de funcionalidad” (P. Francisco Leocata, s.d.b.). Y
con resultados evidentes: la provisionalidad, el desarraigo, el miedo al riesgo, el
cuestionamiento de todo valor objetivo referencial, la alergia y el rechazo a las
decisiones irrevocables, crisis de fidelidad a compromisos contraídos, oposición a
opciones de vida vinculantes... están al orden del día.
Y sin embargo, en este mundo religiosamente tan insatisfecho como inquieto,
no faltan tampoco la búsqueda de lo que es ‘para toda la vida’, los tatuajes
imborrables en el cuerpo, “algo” y mejor si “alguien” a quien valga la pena
consagrar toda la existencia, y por el cual jugarse por entero... algo que sea para
siempre (palabras que el hombre post-moderno tiene miedo de pronunciar), algo
que signifique “jugarse” (a lo cual, sin embargo, no se anima).
“Dichosos aquellos que, atraídos por la fuerza de la Palabra y marcados por
los sacramentos, pronuncian su “¡Heme aquí!”. Estos se encaminan por el camino
de la total y radical pertenencia a Dios, con la fuerza de la esperanza que no
defrauda, “porque el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por
virtud del Espíritu Santo que nos ha sido dado”(Rm. 5,5) (J.P. II).
¿Y qué tenemos que ver nosotros con todo esto?:
“Suscitar en el Espíritu nuevas vocaciones es posible cuando la comunidad
cristiana vive en actitud de total fidelidad a su Señor. Esto supone un fuerte clima
de fe y de oración, un generoso testimonio de comunión y de estima en relación
con los múltiples dones del Espíritu, una pasión misionera que, venciendo los fáciles
e ilusorios egoísmos, impulse a la donaci￳n total de sí por el reino de Dios”
“Estas vocaciones, necesarias en todo tiempo, lo son mucho más hoy en un
mundo marcado por grandes contradicciones y tentado de marginar a Dios en las
opciones fundamentales de la vida. Vienen a la mente las palabras evangélicas:
“¡La mies es mucha, pero los obreros pocos! ¡Rogad al due￱o de la mies que envíe
obreros a su mies!” (Mt. 9, 37- 38; cf. Lc. 10, 2). (J.P. II)
La idea es entonces que “la Jornada mundial de oraci￳n por las vocaciones
suscite en el corazón de los fieles una oración más insistente para obtener nuevas
vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, y reanime la responsabilidad de
todos, en especial de los padres y de los educadores en la fe, al servicio de las
vocaciones”. (idem)
Es una oportunidad para dejar que el Espíritu Santo, derramado en nuestros
corazones, nos conduzca a la verdad y nos haga testigos de la libertad auténtica y
del amor, para no dejarnos someter por los fáciles y falaces mitos del efímero éxito
humano y de la riqueza, y para no tener miedo de recorrer los caminos exigentes y
valientes de la caridad y del compromiso generoso, dispuestos para “dar raz￳n de
la esperanza que hay en nosotros delante de todos” (1Pe 3, 15).
“El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza” (Rm. 8, 26).
A los jóvenes, especiales destinatarios de esta jornada, quisiera simplemente
repetirles las palabras que un día, siendo muy joven, escuché de mi entonces
Obispo (Mons. Zazpe), y que dejaron una huella muy onda en mi corazón, y me
ayudaron en mi decisión vocacional:
Bienaventurados los muchachos y las chicas que hacen de la vida una ofrenda, un
deber y una oblación.
Bienaventurados los muchachos y las chicas que deciden su futuro, orando,
consultando y reflexionando.
Bienaventurados los muchachos y las chicas que postergan su noviazgo hasta
consolidar su voluntad, disciplinar su afectividad y madurar su inteligencia.
Bienaventurados los muchachos y las chicas que optan por una carrera o un oficio
para servir mejor a la comunidad.
Bienaventurada la juventud que se enamora de Cristo y quiere proclamar ese amor.
Bienaventurada la juventud que sufre, cuando la Iglesia y el país padecen y se
alegra, cuando la Iglesia y la Patria triunfan.
Bienaventurada la juventud que trabaja por la paz y la que tiene sed y hambre de
justicia.
Bienaventurada la juventud que busca primero el Reino de Dios, y lo demás lo
considera añadidura.
Bienaventurada la juventud orante, penitente y eucarística .
Bienaventurada la juventud que prefiere perder un ojo, el brazo, el pie, si ese ojo,
pie o brazo son ocasión de pecado.
Bienaventurada la juventud que es fría o caliente porque la tibia, será vomitada por
el Señor.
Bienaventurada la juventud que, como María, se hace esclava de la Palabra del
Señor.
Bienaventurada la Iglesia que cuenta con semejante juventud, porque el Señor
hará grandes cosas con esa muchachada.
Bienaventurada la Patria que cuenta con una juventud recreada porque renovará su
cultura, sus valores, sus instituciones, sus cuadros sociales, sus líneas de
pensamiento, sus fuentes inspiradoras y sus modelos de vida y recuperará así
su identidad nacional y cristiana.
Felices ustedes, los jóvenes con alma de pobres, porque de ustedes, es el Reino de
los Cielos.
Felices ustedes, los jóvenes que ahora sufren porque serán consolados.
Felices ustedes los jóvenes que ahora son incomprendidos, insultados y hasta
odiados por la causa del Hijo del Hombre porque les espera una gran
recompensa en el cielo.
Felices ustedes, los jóvenes que proclaman la grandeza del Señor.
Felices ustedes, que se alegran en Dios el Salvador, porque a ustedes, los miró y
los amó aquel que es poderoso.
Felices ustedes, porque ha obrado con los jóvenes cosas estupendas aquél cuyo
nombre es santo y cuya misericordia se extiende de generación en generación
.
Con ustedes, desplegó el poder de su brazo y aniquiló los planes de los soberbios.
Con ustedes derribó a los potentados de sus tronos, ensalzó a los humildes y colmó
de bienes a los hambrientos.
A ustedes los colocó Dios en la vanguardia de su nuevo Israel, la Iglesia, para
realizar sus designios misericordiosos, como lo había prometido a nuestros
padres y a sus hijos por siempre jamás”.
(Mons. Vicente Faustino Zazpe, Arzobispo de Santa Fe)
La Jornada mundial por las vocaciones se distingue, ante todo, por la oración por
las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, manifestación culminante de un
clima habitual de oración, del que la comunidad cristiana no puede prescindir.
También este año queremos dirigirnos con confianza al Espíritu Santo, a fin de que
obtenga para la Iglesia de hoy y de mañana el don de numerosas y santas
vocaciones:
Espíritu de Amor eterno,
que procedes del Padre y del Hijo,
te damos gracias por todas las vocaciones
de apóstoles y santos que han fecundado la Iglesia.
Continúa, te rogamos, esta tu obra.
Acuérdate de cuando, en Pentecostés,
descendiste sobre los Apóstoles reunidos en oración
con María, la Madre de Jesús,y mira a tu Iglesia, que tiene hoy
una particular necesidad de sacerdotes santos,
de testigos fieles y autorizados de tu gracia;
tiene necesidad de consagrados y consagradas,
que manifiesten el gozo de quien vive sólo para el Padre,
de quien hace propia la misión y el ofrecimiento de Cristo,
de quien construye con la caridad el mundo nuevo.
Espíritu Santo, perenne manantial de gozo y de paz,
eres tú quien abre el corazón y la mente a la llamada divina;
eres tú quien hace eficaz cada impulso al bien, a la verdad, a la caridad.
Tus “gemidos inenarrables” suben al Padre desde el coraz￳n de la Iglesia,
que sufre y lucha por el Evangelio.
Abre los corazones y las mentes de los jóvenes,
para que un nuevo florecimiento de santas vocaciones
manifieste la constancia de tu amor,
y todos puedan conocer a Cristo, luz verdadera del mundo,
para ofrecer a cada ser humano la segura esperanza de la vida eterna.
Amén.