VI Domingo de Pascua, Ciclo C
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y
vendremos a él y habitaremos con él”...
Después de su Resurrección, Jesús permanece con nosotros, está en
medio de nosotros... pero su manifestación se realiza de tal manera que sólo la
pueden percibir aquellos que están unidos con él por la fe y el amor , lo cual
implica amar a Dios y conservar celosamente su Palabra, es decir, cumplir su
Palabra. De este modo, y sólo de este modo se puede percibir la presencia del
Señor Resucitado y glorificado, que no sólo reina en el cielo, sino que está en
nuestro corazón.
En realidad, sabemos muy bien que Dios está presente en todas partes,
en toda la creación... y particularmente en cada hombre ... y especialmente en el
hombre creyente ... Está presente en la Iglesia , en los Sacramentos , y de modo
especial en la Eucaristía (con su Cuerpo, Sangre, alma y divinidad); está presente
cuando leemos la Escritura , cuando oramos...está presente en el pobre y el
necesitado; en la prueba! Todas estas son múltiples presencias...pero sólo con
ojos de fe es posible captarlo... y esto es concedido a los que aman al Señor y
conservan su Palabra , (no “archivada”, sino hecha vida en la propia vida).
+ Pero esta presencia de Dios no es sólo algo para “ver”, sino
fundamentalmente algo para poseer, para vivir, para compartir con el
mismísimo Señor. Cristo nos dice que el Padre vendrá junto con Él para vivir en los
creyentes, y por ende el cristiano se convierte así en un templo vivo y verdadero
de Dios en el que habitan las personas de la Santísima Trinidad... Esto es algo que
no pueden comprender quienes no creen en Dios ni lo aman... Pero que para el
creyente es una promesa ya cumplida.
Quien cree en Cristo y lo ama, es a su vez amado y habitado por Cristo, que
viene a nosotros con el Padre y el Espíritu Santo, que es llamado en el Evangelio de
hoy “Paráclito” (en griego, = “el que ha sido llamado para estar al lado” =
amigo, compañero, defensor, ayuda)...
“...El Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará
todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho”...
¿ Cómo podríamos sino los cristianos responder a todos los
interrogantes, viejos y nuevos, que el mundo nos propone? Justamente, la
presencia del Espíritu Santo Paráclito en nosotros no será una presencia muda o
silenciosa de un visitante inactivo, sino la fuerza divina de un Dios vivo que se
hace sentir por medio de una acción constante... Hoy, concretamente, nos dice
Jesús que el Espíritu Santo nos “ense￱a...y recuerda...” Es decir, el E.S.
desarrolla en nosotros una actividad docente ... Nos enseña permanentemente .
Porque el Evangelio no es un libro viejo y pasado de moda, sino la Palabra viva
del Dios verdadero , que conserva toda su fuerza, para iluminar todos los
momentos de la existencia de todos los hombres, de todos los tiempos y lugares.
Pero para poder captar y aprovechar esa riqueza, el Espíritu Santo, el mismo
Espíritu de Dios que inspiró las Escrituras, actúa como Maestro Divino, dándonos la
luz interior necesaria para comprender y vivir la Palabra del Señor. Así, el
Espíritu Santo nos conduce a la verdad plena, y nos libra de dos peligrosos
extremos:
v repetir mecánicamente frases del Evangelio , sacándolas de contexto e
interpretándolas equivocadamente (como hacen hoy muchas sectas) = falsear
las Escrituras.
v ir a la deriva con cuanta doctrina nueva o moda intelectual aparezca,
dejándonos engañar por doctrinas llamativas y extrañas y olvidando la validez
permanente de la Palabra de Dios.
La promesa del Evangelio de hoy nos asegura que el mismo Espíritu Santo,
que vive en nosotros junto con el Padre y el Hijo, hace las veces de Maestro para
recordarnos y actualizarnos en cada momento lo que la Palabra de Cristo nos
dice. Es sobre esta misteriosa-real Presencia que se apoya la infalibilidad de las
enseñanzas de la Iglesia: no porque nosotros lo decimos, sino porque el mismo
Cristo lo dice , lo promete , lo hace .
+ “...Que el coraz￳n de ustedes no se inquiete ni se acobarde...” C on
la partida de Jesús, no estamos desamparados: Jesús glorificado está ahora, por su
Espíritu Santo, más presente que nunca en medio de nosotros pero no con una
presencia “espectacular” que se pueda mirar por pura curiosidad y sin la fe o desde
la indiferencia: el Señor se deja ver solamente a quienes establecen con él
una relación de amistad, por medio de la fe y del amor.
El mundo que no cree solamente podrá ver a Cristo en la persona y el
testimonio de los cristianos. Los discípulos del Señor, que llevan en sí la
presencia de la Trinidad, que son animados y conducidos por el Espíritu Santo, han
quedado capacitados para vivir de tal manera que su vida y su actuación son
suficiente testimonio para el mundo de que Cristo no ha quedado en el sepulcro,
sino que vive y actúa desde la gloria del Padre.
En medio de un mundo en el que todo parece cambiar, y no siempre para
bien; en el que lo que antes era malo ahora parece ser bueno ; en el que cada uno
pretende tener su propia verdad , cuando no se ha directamente renunciado a la
búsqueda o al reconocimiento de la verdad; en el que la libertad es muchas veces
pretexto para desenfrenos de toda clase; en el que los valores son relativizados
o negados , la Iglesia, como atenta y obediente discípula , cuenta con un Maestro
que, entre los avatares de la historia, nos lleva hacia la plenitud de la verdad.
+ Que el Evangelio de hoy nos ayude a relacionarnos así con Dios Espíritu
Santo como lo hizo María Santísima... y que ella, presente en el primer Pentecostés
de la historia, prepare nuestros corazones para la próxima solemnidad de
Pentecostés.
Amén.