Yo soy el viviente
Pascua es vida, la fiesta de la vida, vida a torrentes, sin mezquindades, en apertura
absoluta, compartida, celebrada. Dios vence a la muerte. Es la gran noticia. En medio de
tanto caos, miseria, corrupción, vale dejar que los pulmones griten a pecho abierto: Dios
el Viviente en nosotros. Es la lección del Apocalipsis. Esto nos hermana y nos une y
siembra en nosotros fuerzas para seguir la caminada.
El Cardenal Newman nos alecciona sobre cómo realizar la vida en nuestra andadura
terrena: “En un mundo superior ocurre de otra manera, pero aquí abajo vivir es cambiar,
y ser perfecto es haber cambiado a menudo”. Tomás se aferra a su visión pasada del
Maestro. No logra captar la novedad pascual. Se queda en el Viernes Santo. Necesita el
encuentro resurreccional que transforma y compromete.
A la sombra de Pedro brota un germen de vida. Se acurrucan a su paso todas las
enfermedades, y con ellas, todas y todos los excluidos de la tierra. Nace la esperanza
como fruto maduro del sepulcro abierto. Son los milagros de la vida diaria que se
multiplican en gestos y signos de acogida, de bondad, de solidaridad. Es la nueva
comunidad que se recrea al calor de la Pascua.
“El que cree tiene nueva vida”. Es el mensaje repetido de Jesús en el evangelio. La fe da
sentido, razón y contenido a nuestra existencia. La fe cristiana se aferra a la vida y esa
vida se llama Jesucristo, Jesucristo el Viviente. Una vida enmarcada en obras, según
Santiago. Una vida que es abundante y no acepta límites. Todo lo que vaya contra ella,
toca nuestra fe y nos rebelamos porque sólo la vida es la dimensión exacta de nuestra fe.
Cochabamba 07.04.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com