Ciclo C: III Domingo de Pascua
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
El relato de Juan sobre la tercera aparición de Jesús Resucitado a los apóstoles (Jn
21, 1-19) es sencillamente encantador. Por lo que dice y por cómo lo dice. Todo ello
en un clima cordial de paz y de serena armonía, no obstante que se relatan
situaciones difíciles y embarazosas. El amor, el deseo de agradar y la buena
voluntad, son la barita mágica que convierte en oro cuanto pasa en ese día. Con el
evangelio, comencemos por el grupo humano compuesto por siete de los 11
apóstoles de Jesús, todos ellos pescadores, que están a la espera de sus órdenes.
El ambiente es distendido y hay entre ellos un trato amigable y colaborador. ¡Voy a
pescar!, les dice Simón Pedro. ¡Te acompañamos!, le contestan los demás. Pedro
no grita ni impone y los otros se ofrecen gustosos… ¿No es maravilloso y
envidiable? ¡Qué bueno si nuestras familias y comunidades y la misma iglesia
fuéramos así!
El milagro del cambio de mentalidad y de trato de los apóstoles lo hizo Jesús
Resucitado, su encuentro con Él, que los impresionó hondamente haciendo que se
sintieran felices y mejores. ¿No han tenido ustedes alguna vez una experiencia
parecida, que por unos días los ha llenado de paz y de felicidad? La experiencia de
los apóstoles fue incomparablemente superior, sobre todo por el contacto
subsiguiente y beneficioso que tuvieron con Jesús. Volviendo al relato, está la
escena de la pesca milagrosa, que puso remedió al fracaso de una noche de pesca
sin lograr nada: echen la red a la derecha de la barca…, les dijo. Está también el
delicado detalle del fuego con un pescado encima, que Jesús preparó en la orilla,
para que calentaran sus cuerpos entumecidos por el frío de la noche y llenasen sus
estómagos vacíos. Simplemente conmovedor.
El clímax conmovedor y humano, se produjo cuando Jesús llamó a Simón Pedro,
para hablar con Él. ¡Ahora viene aquello!, se habrá dicho recordando cuando por
tres veces lo negó. Pero Jesús ni se lo menciona. Sino que con todo el cariño del
mundo le pregunta si lo ama, es decir, si está dispuesto a darlo todo por Él. Y se lo
pregunta por tres veces, que Pedro toma como alusión velada a las tres veces que
Le negó. Tiempo atrás, estando en Cesarea de Filipo, Jesús había confiado a Pedro
el primado de su Iglesia (Mt 16, 18-19), ahora, en vez de retirarle la confianza y el
cargo, se los renueva y lo pone como Pastor de esa Iglesia, de las ovejas (los
fieles) y los corderos (los obispos), según los escrituristas (Jn. 19, 15-17).
El diálogo de Jesús con Pedro, además de la delicadeza exquisita del trato, llama la
atención por la inusual condición que le pone para hacerlo Pastor de su Iglesia: si le
ama… Cualquier otro habría pedido los requisitos habituales de buena salud,
capacitación, experiencia, rendimiento… Jesús pide ante todo amor, la opción y
decisión de quererlo a Él por sobre todas las cosas, incluso su propia vida (como lo
hizo, Jn 21, 19), y de seguirle de corazón y dispuesto a todo. Pero también la
convicción de que lo más importante en su vida y pastoreo de la grey (la iglesia)
tendrá que ser el amor: el amor que se hace misericordia. Será bueno recordarlo a
la hora en que Jesús quiera confiarnos algo: el sacerdocio, el matrimonio, un hijo,
un puesto de trabajo, etc.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)