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DOMINGO 3º DE PASCUA CICLO C
Hechos 5, 27-32, 40-41
Apocalipsis 5, 11-14
Juan 21, 1-19
JESÚS ESTÁ VIVO Y CAMINA JUNTO A NOSOTROS
Quizás uno de los rasgos más notorios del Papa Francisco es que desde el inicio de lo que él gusta
en llamar su ministerio petrino 1 , ha invitado a los pastores de la i glesia a salir y evangelizar,
evangelizar y pastorear metiéndose en medio de la gente, camina ndo con ellos, junto a ellos . Ésa
es la idea acentuada en la homilía de la pasada misa crismal , en la que, dirigiéndose a los
sacerdotes dijo: sean pastores con olor a oveja, pastores que derramen su sagrada unción al
Pueblo de Dios, derramen la unción hasta los bordes o periferias existenciales de la vida.
En realidad, lo que el Papa ha hecho ha sido explicar no otra cosa que el Evangelio de Jesús.
Porque Él, Jesús, es la Palabra salvadora que se ha hecho hombre y se ha metido en la historia
humana para redimirla. Es te es el núcleo de nuestra fe, la salvación como nos viene por Jesús el
Cristo.
Y este pasaje evangélico leído hoy, que nos relata una de las apariciones de Cristo Resucitado a
siete de sus discípulos, una mañana en el lago de Tiberíades, en Galilea, es un ejemplo
contundente de Jesús vivo que sigue actuando y está medio de nuestra realidad, de nuestra vida,
hasta de lo más cotidiano, si se quiere rutinario, lo de todos los días, pero sobre todo allí donde
aparece el mal, la dificultad y se nos hace noche, oscuro, nos desalentamos y nuestra labor semeja
infructuosa, cansadora, destinada al fracaso.
Es lo que les pasó a estos pescadores, que por cierto no eran amateurs sino que conocían el oficio,
y sin embargo, a pesar del esfuerzo de toda la noche, no habían logrado pescar nada. La noche les
ganó también el corazón y les abatió seguramente el ánimo. Con descreimie nto habrán tirado las
redes hacia el otro lado de la barca, cuando aquel extraño con ganas de comer pescado asado les
gritaba desde la orilla. Y lo que parecía imposible para un avezado pescador, que tan
repentinamente les cambiara la suerte después de una noche frustrante, sin embargo, ocurrió. La
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En marzo de 2013.
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cosecha no tenía proporción con la siembra, el don de Dios siempre desborda la mejor disposición
humana.
Lo inexplicable, las sorpresas de la abundancia y generosidad de Dios, evocó la memoria amante
del más perceptivo de los discípulos, Juan, quien en el acto reconoce a quien no habían hasta
entonces reconocido. ¡Es el Señor! El extraño que habían visto esa mañana, era Él, la mañana
misma, el Sol, la Luz, el Resucitado, el Señor que había vencido la oscuridad, la muerte, el mal.
Como sucedió con los apóstoles aquella mañana pascual, también ocurre con nosotros, también
discípulos, todos los días, cualquier día de nuestras vidas ordinarias, Jesús está en medio de
nosotros aunque al principio no le reconozcamos, y quiere ser nuestra luz, sol, aliento, vida,
ánimo: en el trabajo o la desocupación, el trabajo agobiante que para tantos hombres no está a la
altura de la dignidad humana, el trabajo para llevar el alimento a su familia, en situaciones
rentables o en injusticias y miserias, en las satisfacciones del trabajo creativo pero también en sus
frustraciones y oscuridades, como en el ocaso de la jubilación o la pensión.
Jesús está en medio de su Pueblo, en nuestras vidas. Quiso desayunar, comer con sus discípulos
aquella vez. Y lo hizo poniéndose a servirles. En esa realidad tan de todos los días para una ama de
casa, como la de preparar el desayuno para su familia, llamarlos a la mesa, servirles. Jesús está en
medio, para enseñarnos a servir, a compartir, a empezar contentos cada mañana, animados.
La salvación de Cristo llega hasta los bordes de mi existencia, hasta el lavarme los dientes, diría
alguno, hasta mis oscuridades y mis días nublados, para convertir todo en mañana luminosa.
En los momentos de impotencia (los discípulos no podían con la red llena de peces), está el Señor,
y el mismo que da la pesca generosa, da la fuerza necesaria para arrastrar la red sin romperla.
Lo principal lo hace Jesús, el Pescador, pero quiere el Señor que los discípulos hagan su aporte. Por
eso les pide le den de lo que han pescado. Así sucedió en el milagro de la multiplicación de los
panes, cuando con los pocos pescados y panes de ese niño, Jesús dio de comer a una multitud.
Poco hablan los discípulos pescadores. Lo que llena esta página es la presencia del Señor
Resucitado, ¡es el Señor!, presencia y gestos, pocas palabras, Él es la Palabra.
Es una página evangélica que tienen como coprotagonistas sobre todo a Pedro y el discípulo
amado, Juan, pero especialmente a Simón Pedro, Simón hijo de Juan, cuya autoridad conductora
se manifiesta desde el principio: los otros van a pescar porque Pedro va a pescar, y si Juan es quien
percibe que es el Señor, es Pedro quien primero se encuentra con Jesús Resucitado, porque se
zambulle al agua y a nado gana a todos en llegar a la orilla. Hasta en la red que no se rompe
algunos han visto el simbolismo del ministerio de Pedro en la Iglesia, para mantener la unidad.
El texto todo tiene un mensaje evangelizador. Con la fuerza de Jesús Resucitado, los testigos de su
Resurrección deben salir mar adentro para hacerse pescadores de hombres, como dice aquel otro
texto de Lucas cuya semejanza con esta pesca milagrosa es evidente (Lc. 5, 4-7).
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En las dificultades de nuestro camino de seguimiento de Jesús y de pescas evangelizadoras,
buscarle. Él está siempre, aunque no lo reconozcamos. Reconocerle. ¡Es el Señor! Hasta que, como
aquellos discípulos, nadie le pregunte quién es, porque todos sepamos que es el Señor. Confiar, el
Señor de la historia siempre está actuando. En la Iglesia y en el mundo.
Y si el motivo de nuestras noches y oscuridades es la conciencia de haberle fallado a Jesús, de
haber pecado, observemos cómo trató Jesús a Pedro. La triple pregunta sobre el amor recuerda su
triple negación en la Pasión. Entonces, después que cantó el gallo, Pedro lloró amargamente.
Ahora, ante la tercera vez que Jesús le preguntaba, como si desconfiara de él, si lo amaba, Pedro
“se entristeció”. Jesús no le hizo reproches, quiso darle la oportunidad de rehabilitarse y
confirmarle que lo había perdonado. Después de la Resurrección, iluminado y resucitado también
el corazón de Pedro, le encomendó apacentar sus corderos y sus ovejas, el rebaño de la Iglesia, la
humanidad.
Y en la profecía de su muerte, la de Pedro, anunció Jesús que Pedro, a quien había constituido
pastor, por tanto destinado a asemejarse a Él, el Pastor Bueno, también sería, como Él, no sólo
pastor sino también cordero, cordero inmolado y glorificado (Apocalipsis). Eso infundió tanta
fuerza a Pedro que dio testimonio de Jesús Resucitado hasta la muerte mártir; otra confesión de
amor; no puede callar la verdad (Hechos).
Esta fortaleza y convicción del testimonio de Pedro y los apóstoles sobre la Resurrección de Jesús
no se puede explicar sino por una certeza de la presencia e identidad del Señor Jesús vivo y
actuante 2 .
También en la referencia al tipo de muerte que tendría Pedro, encontramos hasta qué punto Jesús
se mete en todos los momentos de nuestra vida, la juventud o la vejez. Donde dice: “cuando seas
viejo te llevarán adonde no quieras”, reconocemos la situación de tantos ancianos…y rezamos por
ellos para que, también a su edad puedan testimonio de Jesús Resucitado y participen de la gloria
de Cristo.
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
Parroquia Sagrado Corazón de Jesús y Capilla San Sebastián,
Paraná (Argentina), 13 y 14 de abril de 2013
Cf. Papa Francisco, meditación a la hora del Regina Caeli, Plaza San Pedro, domingo 14 de abril de 2013.
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