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Día litúrgico: Miércoles III de Pascua
Texto del Evangelio ( Jn 6,35-40): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Yo
soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no
tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que
me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he
bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que
él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi
Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que yo le
resucite el último día».
Comentario: Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Sant Quirze del Vallès,
Barcelona, España)
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él,
tenga vida eterna
Hoy, Jesús se presenta como el pan de vida. A primera vista, causa curiosidad y
perplejidad la definición que da de sí mismo; pero, cuando profundizamos, nos
damos cuenta de que en estas palabras se manifiesta el sentido de su misión:
salvar al hombre y darle vida. «Ésta es la voluntad del que me ha enviado; que no
pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día» (Jn 6,39).
Por esta razón y para perpetuar su acción salvadora y su presencia entre nosotros,
Jesucristo se ha hecho para nosotros alimento de vida.
Dios hace posible que creamos en Jesucristo y nos acerquemos a Él: «Todo lo que
me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he
bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado» (Jn 6,37-38). Acerquémonos, pues, con fe a Aquel que ha querido ser
nuestro alimento, nuestra luz y nuestra vida, ya que «la fe es el principio de la
verdadera vida», como afirma san Ignacio de Antioquía.
Jesucristo nos invita a seguirlo, a alimentarnos de Él, dado que esto es lo que
significa verlo y creer en Él, y a la vez nos enseña a realizar la voluntad del Padre,
tal como Él la lleva a cabo. Al enseñar a los discípulos la oración de los hijos de
Dios, el Padrenuestro, colocó seguidas estas dos peticiones: «Hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día». Este pan no sólo
se refiere al alimento material, sino a sí mismo, alimento de vida eterna, con quien
debemos permanecer unidos día tras día con la cohesión profunda que nos da el
Espíritu Santo.
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