EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la tercera semana de Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 9,31-42.
La Iglesia por entonces gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se
edificaba, caminaba con los ojos puestos en el Señor y estaba llena del consuelo del
Espíritu Santo.
Pedro, que recorría todos los lugares, fue también a visitar a los santos que vivían
en Lida.
Allí encontró a un tal Eneas, que era paralítico y desde hacía ocho años yacía en
una camilla.
Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te sana. Levántate y arregla tu cama.» Y de
inmediato se levantó.
Todos los habitantes de Lida y Sarón lo vieron y se convirtieron al Señor.
En Jope había una discípula llamada Tabita (o Dorcas en griego), que quiere decir
Gacela. Hacía muchas obras buenas y siempre ayudaba a los pobres.
Por aquellos días enfermó y murió: después de lavar su cuerpo, lo pusieron en la
habitación del piso superior.
Como Lida está cerca de Jope, los discípulos, al saber que Pedro estaba allí,
mandaron a dos hombres con este recado: «Ven inmediatamente a donde
nosotros.»
Pedro se fue sin más con ellos. Apenas llegó lo hicieron subir a la habitación del
piso superior, donde le presentaron a todas las viudas, que estaban llorando, y le
mostraban las túnicas y mantos que Tabita hacía mientras vivía con ellas.
Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró. Luego se volvió al cadáver y dijo:
«Tabita, levántate.»
Ella abrió los ojos, reconoció a Pedro y se sentó. El le dio la mano y la ayudó a
levantarse; luego llamó a los santos y a las viudas y se la presentó viva.
Esto se supo en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor.
Salmo 116(115),12-13.14-15.16-17.
¿Cómo le devolveré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa por una salvación
e invocaré el nombre del Señor;
cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo.
Tiene un precio a los ojos del Señor
la muerte de sus fieles:
«¡Mira, Señor, que soy tu servidor,
tu servidor y el hijo de tu esclava:
tú has roto mis cadenas!»
Te ofreceré el sacrificio de acción de gracias
e invocaré el nombre del Señor.
Evangelio según San Juan 6,60-69.
Al escucharlo, cierto número de discípulos de Jesús dijeron: «¡Este lenguaje es muy
duro! ¿Quién querrá escucharlo?»
Jesús se dio cuenta de que sus discípulos criticaban su discurso y les dijo: «¿Les
desconcierta lo que he dicho?
¿Qué será, entonces, cuando vean al Hijo del Hombre subir al lugar donde estaba
antes?
El espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que les he
dicho son espíritu y vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el
principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a entregar.
Y agregó: «Como he dicho antes, nadie puede venir a mí si no se lo concede el
Padre.»
A partir de entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y dejaron de
seguirle.
Jesús preguntó a los Doce: «¿Quieren marcharse también ustedes?»
Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Nosotros creemos y sab emos que tú eres el Santo de Dios.»
Comentario del Evangelio por:
Concilio Vaticano II
Constitución dogmática sobre la Divina Revelación (Dei Verbum), § 24-26
“Tú tienes palabras de vida eterna”
La Sagrada Escritura contiene la palabra de Dios, y en cuanto inspirada es
realmente palabra de Dios; por eso la Escritura debe ser el alma de la teología. El
ministerio de la palabra, que incluye la predicación pastoral, la catequesis, toda la
instrucción cristiana y en puesto privilegiado la homilía, recibe de la Escritura
alimento saludable y por ella da frutos...
El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, la lectura asidua
de la Escritura para que adquieran “la ciencia suprema de Jesucristo” (Flp 3,8),
pues “desconocer la Escritura es desconocer a Cristo (S. Jerónimo). Acudan de
buena gana al texto mismo: en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la
lectura espiritual, o bien en otras instituciones o con otros medios que para dicho
fin se organizan hoy por todas partes con aprobación o por iniciativa de los Pastores
de la Iglesia. Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la
oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues “a Dios
hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras” (S.
Ambrosio)...
Que de este modo, por la lectura y estudio de los Libros sagrados, “se difunda y
brille la palabra de Dios” (2Tes 3,1); que el tesoro de la revelación encomendado a
la Iglesia vaya llenando los corazones de los hombres. Y como la vida de la Iglesia
se desarrolla por la participación asidua del misterio eucarístico, así es de esperar
que recibirá nuevo impulso de vida espiritual con la redoblada devoción a la palabra
de Dios, “que dura para siempre” (Is 40,8; 1P 1,23).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”